23-11-2024 06:46:22 AM

Encarar a un gobernador

tempestad21

Sin embargo, hay ocasiones en donde la excepción, esa que dice el lugar común que “confirma la regla”, rompe la inercia y nos regala historias dignas de ser contadas.

Sucedió el domingo 6 de abril en el restaurante El Desafuero, que lucía un lleno “hasta la cocina”.

Después de haber asistido al punto final de la Serie Copa Davis entre México y Perú, celebrado en el Club Britania Zavaleta, el gobernador Rafael Moreno Valle comía en ese lugar acompañado por el Secretario de Infraestructura, Cabalán Macari, y sus respectivas esposas.

Ocupaban la mesa redonda, ubicada justo junto a la celosía de madera que divide el comedor principal de la terraza que anteriormente era utilizada como zona de  fumar.

Minutos después llegaba al restaurante la señora Mela Suárez de Maurer, acompañada de una amiga.

Al darse cuenta de la presencia del mandatario estatal no dudó en dirigirse a su mesa.

Siempre respetuosa, pero igualmente firme, la dama en cuestión expuso sus opiniones sobre el proceso de expropiación de la Ex Hacienda Tamariz, de la que su esposo Carlos era uno de los socios principales.

Con un volumen lo suficientemente alto para ser audible para la mayoría de los comensales, en la exposición de la mujer surgieron términos como “abuso”, “injusticia”, “autoritarismo”, “venganza” y demás.

Sin siquiera decir una palabra, el gobernador hizo una seña con la mirada, suficiente como para que el Secretario Macari Álvaro, hasta hace muy poco considerado como “entrañable amigo” de Carlos Maurer y su familia, tomara del brazo a doña Mela y la invitara a continuar la plática fuera del local.

Minutos después regresó cada uno a su mesa y no volvieron a cruzar palabra.

Resulta por demás obvio que el clan Maurer y sus respectivos integrantes, tienen una visión particular del proceso de expropiación de su hacienda, al ser los directamente afectados.

Más allá de las particularidades de la expropiación y las razones reales que la motivaron, lo que resulta interesante para el análisis es el hecho de que un gobernado se decida a enfrentar al gobernante cuando se siente víctima de una injusticia.

Además, todo parece indicar que en el tema Maurer-Moreno Valle, existen agravios ancestrales de tipo personal, empresarial y otro tipo de elementos que lo vuelven un explosivo cocktail.

Cuentan que al inicio del sexenio, Carlos Maurer pidió, a través de su muy cercano amigo, Cabalán Macari, una cita con el gobernador.

Maurer, quien apoyó la campaña de López Zavala a la gubernatura, quería participar en el proceso de licitación para obtener el contrato para vender leche a Diconsa, que aunque es una  instancia federal, las compras del producto se hacen a través del sistema estatal DIF.

Después de meses de insistencia, por fin el humo blanco.

“Vas a poder platicar con él el tiempo que se tarde en llegar, desde la puerta del Centro Expositor, hasta su camioneta”.

Después de acordar la fecha, Maurer aceptó.

Llegó el día.

Esperó cerca de hora y media, pero por fin vio al mandatario salir y siguió al pie de la letra las instrucciones.

El personal de seguridad del gobernador le abrió el pasó y caminó así junto a él.

Le explicó que no quería ningún favor, nada más que lo dejaran participar sin bloqueos en a licitación correspondiente.

“Yo no hago tratos con gángsters”- fue la única frase que escuchó del gobernador.

Nada más.

La respuesta de Carlos, fue al estilo Maurer: una mentada de madre.

La aparición de personajes encumbrados en lo más alto del poder político en lugares públicos son siempre una “prueba de ácido” de su popularidad y carisma.

En pleno escándalo por el caso Lydia Cacho, Mario Marín decidía hacer acto de presencia en los restaurantes y lugares de moda en Puebla.

El objetivo: medir la reacción social después de que se hicieron públicas sus conversaciones con Kamel Nacif.

Las caras de repudio, el cotilleo entre comensales e inclusive el abandono del lugar por parte de algunos clientes, fueron siempre la constante.

En Puebla, jamás nadie lo enfrentó de manera directa.

Una realidad completamente distinta la vivió Marín en la capital del país.

En un par de ocasiones tuvo que abandonar restaurantes ante los gritos de “precioso” que le endilgaban algunos de los asistentes.

Es más, cómo no recordar aquel julio de 2008, cuando el entonces gobernador tuvo que huir por la cocina de Casa Lamm, en donde participaría en la inauguración de la muestra Vive Puebla en el DF.

Un nutrido grupo de manifestantes llegó al lugar con pancartas a favor de Lydia Cacho.

Los gritos de “pederasta” y otros insultos retumbaban en el lugar en donde segundos antes Marín había empezado a hacer uso de la palabra.

Dos minutos después, la graciosa huida.

Penoso.

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