“Ustedes han demostrado lo que nos enseña la historia,
que en un momento determinante como éste el cambio
no procede de Washington sino que llega hasta Washington”.
“El cambio ocurre porque el pueblo estadounidense lo exige,
porque se levanta y reivindica ideas nuevas, liderazgo nuevo
y una vida política nueva para tiempos nuevos”.
Barack Obama. Convención Demócrata.
Denver, Colorado. 28/08/2008
Hace 45 años Martin Luther King pronunció su reconocido discurso “Tengo un sueño”, en el que imaginó un Estados Unidos que nunca logró conocer. En ese momento su país padecía una gran segregación racial y muchos afro-estadounidenses vivían en graves condiciones de pobreza con pocos derechos y oportunidades de desarrollo. No podían votar, eran obligados a asistir a escuelas diferentes y tenían una forma de vida muy diferente a la de los anglo-americanos blancos. En esas condiciones, alguien como Barack Obama era simplemente una ilusión que solo podía existir en la mente de un soñador como el doctor King. Por ello, hubiera estado sumamente orgulloso cuando el joven senador por Illinois subió hace unos días a un multitudinario escenario de Denver y en plena Convención del Partido Demócrata aceptó la nominación y argumentó porque es hoy una opción electoral y porque desea convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos. En 1963, los afro-americanos luchaban contra una sociedad que imponía la injusticia y la discriminación bajo el argumento de que no eran aptos para convivir de manera igualitaria. No obstante, cuatro décadas después en un día por demás histórico Barack Obama se paró firme frente a sus partidarios como un afro-americano orgulloso y un auténtico estadounidense. Un hombre resultante del sistema social en que nació y se desarrolló, el cual recibió educación en Harvard y Columbia y comparte hoy los mismos valores y amor por su país como cualquier otro ciudadano. Con su discurso de cambio miles de compatriotas blancos lo escucharon, asintieron sus argumentos y lo apoyaron efusivamente.
Como el propio Martin Luther King, el candidato Demócrata dijo que su padre habría estado muy orgulloso de él, orgulloso del partido que lo nominó y orgulloso del país que lo elegirá. Asimismo, enfatizó que él “está en las esperanzas y sueños, la competencia y valor, la corrección y preparación, de Barack Obama”. Seguro de sí mismo y en un escenario diseñado como el Lincoln Memorial, ante el cual se paró King 45 años atrás para pronunciar su trascendental discurso, Barack Obama directa y apasionadamente presentó su visión de un nuevo Estados Unidos. Aunque la referencia al “Predicador de Georgia” fue hasta cierto punto breve, la naturaleza de este acto tiene una significación fundamental en el actual momento político del país. A diferencia de hace 10 años cuando el Reverendo Jesse Jackson fue puesto en la lista de los nominados Demócratas, sus oportunidades de llegar a la Casa Blanca son muy grandes y nunca antes previsibles en el sistema estadounidense. En sólo cuatro años –desde aquel ahora famoso discurso en la Convención Demócrata de 2004– Barack Obama ha ascendido hasta la máxima posición, de ser prácticamente un desconocido hasta convertirse en el primer aspirante a la Presidencia de su país. En ese sentido, es bastante probable que el próximo año una familia afro-americana habite la Casa Blanca, un lugar que paradójicamente fue construido por esclavos negros. De esta manera, en menos de medio siglo de que se otorgara a este grupo étnico el derecho al voto sienten que realmente uno de los suyos tiene la oportunidad de ocupar el puesto más alto del país, con el apoyo de muchos compatriotas blancos.
No obstante, Obama tiene frente a sí el enorme reto de ampliar la diferencia que lo mantiene prácticamente en un empate técnico con John McCain. Y, aunque él y los Demócratas buscan dar vida a los ideales en los que creía King -no sólo como promotor de los derechos civiles sino como líder del pueblo estadounidense-, los Republicanos siguen cuestionando su carrera política, patriotismo, aparente falta de experiencia y antecedentes. Lo critican por su retórica elevada, su ideología de cambio y las diversas políticas sociales y económicas que pretende implementar. En ese sentido, más allá del espectáculo mediático brindado por los Demócratas en su convención y la propia sensibilidad política del candidato, lo que importa ahora es saber si su discurso tendrá o no impacto en los votantes indefinidos. Obama intentó ofrecer una posición intermedia en su discurso de nominación, pero es muy posible que su postura frente al crimen con armas de fuego, aborto y matrimonios gay lo aleje a algunos votantes, al igual que sus propuestas de campaña que no son afines a los intereses de un buen número de ciudadanos. En efecto, la ruptura de Obama con las políticas neoliberales lo enfrenta con los grandes empresarios a los que asigna la obligación de crear empleos bien pagados y mantener el régimen de seguridad social para no poner en riesgo los fondos de retiro de los trabajadores. Se pronuncia por un gobierno al servicio de las mayorías y no de los que más tienen. No más subsidios ni “santuarios fiscales” para las grandes empresas, porque los únicos que merecen reducción de impuestos son los trabajadores quienes deben tener la misma cobertura médica que los congresistas. Por ello la victoria no será fácil. Wal-Mart ya inició una campaña en contra de Obama y señala que su eventual triunfo favorecería la sindicalización de los trabajadores y obligaría a la empresa a cerrar sucursales y despedir a miles de personas. En Estados Unidos menos del 8 por ciento de los trabajadores del sector privado forman parte de un sindicato, por lo que querer gobernar en favor de quienes menos tienen y acabar con los privilegios de las grandes empresas no necesariamente constituye la mejor estrategia.
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