Los Heraldos anunciaron:
“Murióse el simple mortal,
con gran pompa lo cremaron,
no se fuera a levantar”.
Canta ya el tecolote
en el Fuerte de cristal:
“Los 2 años de garrote,
pronto se han de olvidar”.
A los suspirantes
Con singular castigo,
pasó la Parca a traer
a los Toños, sus amigos,
a Amy y hasta a don Fer.
En medio de gran oropel,
se pueden leer epigramas,
los dieron a conocer
tras las 9 campanadas:
“Chedraui y Gali Fayad,
De nombre, los dos, Toño,
Viven en la eternidad
Como hojas en otoño”.
“Amy bajó del carro
en periférico celestial,
A Fer, cual tecito amargo,
nadie lo quiso tomar”.
Al Congreso local
Cantan tristes los juglares,
el desenlace fatal:
“Quedan vacíos los lugares,
De este famoso congal”.
41 almas en pena,
Que en tres años abrevaron,
no evitaron la condena,
pues a todo mundo asquearon.
Cruel castigo fue su muerte,
ante tanta sumisión,
porque no es de buena suerte,
despojarse el camisón.
Difícil tarea han de tener,
los que vengan de recambio,
si no se quieren parecer,
y repetir el epitafio.
Al PAN Estatal
Por ahí cuenta mi abuelito
que alguna vez aquí en Puebla,
existió un partidito,
que siempre echaba candela.
Lidereado por la Doña
y la pujanza del Pastor,
hoy en día se le añora
el coraje y pundonor.
Reza una oración breve,
en la tapa de su tumba:
“Vaga el panismo inerme,
En la total penumbra”.
El pecado de Juan Carlos,
fue confiar en Rafael,
pronto dobló las manos,
no se sabe más de él.
Al PRI Estatal
Lista con la guadaña,
el tridente y el perol,
a la Parca nadie engaña,
ahí hubo un esquirol.
“¿Quién se adelantó a mi chamba?,
la que ejecuta soy yo,
¿Cómo es que en una semana,
el PRI poblano valió?
“Valió queso desdenantes”
le dice un tal Salomón,
“Lo dejamos sin tompiates”
le remata el más hueBond.
Escribe la Parca un verso,
A manera de sentencia:
“Que se atore en su pescuezo,
El pago a su impertinencia”.
A Eduardo Rivera Pérez
En los libros de la historia,
Pronto hablarán de él:
“A la triste y gris memoria,
de un edil sin gran cartel”.
Cual Qujiote, lanza en mano,
se peleó con un gigante,
pero todo eso fue en vano,
y perdió hasta a Rocinante.
Hizo, sí, su luchita,
dejó poco que aplaudir,
yo me acuerdo de Hurañita,
sus gimnasios… y hasta ahí.
Antorchistas, sindicato,
todos se la mentaron,
y su equipo, muy novato,
en poco o nada ayudaron.
A Felipe Calderón
En los diarios nacionales,
se lee hoy un obituario:
“Logran los militares,
abatir al reaccionario”.
“10 mil muertos, quizas más,
dejó su guerrita loca,
sanguinaria y contumaz,
por frenar los ríos de coca”.
La muerte siempre acechó,
al que vivió en Los Pinos
pues él siempre cosechó
el reclamo de los vivos.
Más, si creen que la libraron,
Y por eso arman fiestón,
¡Aguas!, que ya votaron
Pa’ que llegue el Copetón.
A los medios de comunicación
Las grabadoras callaron,
Las revistas se quemaron
Las plumas ya se secaron,
Y nunca nos informaron.
Caronte tuvo harta chamba,
en trasladar a los muertitos,
que demanda tras demanda,
cayeron como mosquitos.
Más el gozo se fue al pozo,
Al oir en el cuadrante:
“En el corte noticioso,
Siempre habrá segunda parte”.
La tilica, le contesta,
Al que el hecho festinaba,
Que la libertad de prensa,
es la única que gana.