Efecto Bumerán: Resultado de una acción que se vuelve contra su autor.
La puntualización proveniente del Diccionario de la Real Academia de la Lengua es oportuna para comprender lo que pasó esta semana en Puebla.
El Gobierno del Estado, a través de su Dirección de Comunicación Social, demanda a dos periodistas por un supuesto “daño moral” y por difundir supuestas calumnias que se cansó de aclarar la propia dependencia gubernamental. El problema –importante en sí- quizás no hubiera tenido mayor trascendencia si no hubiera estado ligado a la filtración –en al menos dos medios- de una supuesta lista de más periodistas que también serían demandados, hecho reconocido (ante la Revista Proceso) pero después negado por el propio titular de la mencionada área del gobierno morenovallista.
En pocas palabras, el mensaje fue: El gobierno encabezado por Rafael Moreno Valle se dedicaría a demandar a periodistas que critiquen a su gestión. El matiz es lo de menos: Que no es un atentado a la libertad de expresión, que cualquiera puede opinar lo que desee, que lo que no se vale es difamar y más… Pero el hecho es que sí hay un grupo de periodistas incómodos que han lanzado críticas al gobierno estatal y éste ahora puede responder con demandas. Todo bien.
El problema fue otro. Si se planeó como “estrategia” para acallar voces críticas, ha habido un evidente efecto boomerang. Porque la reacción natural de todos los aludidos –entre quienes se encuentran sin duda las mejores plumas y voces de Puebla- fue que Moreno Valle reprime y amenaza a periodistas. Y lo peor: Todo México se ha enterado de que ese es el estilo de gobierno en Puebla. Porque aunque primero se minimizó el que el problema trascendiera, a varios días es claro que todo periodista serio del país se va a sumar a la indignación contra un gobernante que reprime y amenaza a los medios. Era elemental. Era de jardín de párvulos.
No le busquen: El palo del boomerang nacional está más que dado. Ahora a ver cómo realizan el control de daños. Pero conociendo reacciones típicas, creo que la soberbia reinará una vez más. Así le pasó a Mario Marín. El resto de la historia lo conocemos todos.
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