Como nunca antes, los supuestos liderazgos partidistas están entregadísimos a los caprichos del mandatario estatal y poco les han importado los comentarios, regaños, indirectas y directas que les profieren no solo los avergonzados militantes, sino los mismos dirigentes nacionales, que hicieron como que los regañaron y estos hicieron como que les obedecieron.
Fernando Morales es sin duda el peor dirigente del partido en el estado.
Fatuo, banal, genuflexo, no se ha atrevido a levantar la voz en ningún sólo momento e inclusive, ha servido de palero para avalar irregularidades tan descaradas como aquella ocasión en que Casa Aguayo se convirtió en aula de clases para los candidatos panistas.
Con el desprestigio que su fama de vividor y mantenido le que ha endilgado, el hijo incómodo del ex gobernador de los mil compadritos vive sus sueños de opio esperando que el presidente electo lo mande llamar y le asigne algún puesto en el gobierno federal, aunque sea en la dirección “C” de asuntos sin importancia de alguna dependencia, desde la que pueda seguirle metiendo mano al presupuesto.
En el Congreso, las cosas no pueden estar peor, con un Edgar Salomón Escorza como presidente de la Junta de Gobierno que se comporta como el french poodle que, cuando su amo le truena los dedos, corre, mueve la cola, ladra extasiado y alza las cejitas: Nada más habla el gobernador y Edgar Salomón corre.
Otros liderazgos, como la dirigencia municipal en manos de Claudia Hernández, ha levantado la voz en un par de ocasiones pero sólo para criticar el actuar de Fernando Morales, sin embargo, no es, en los hechos, una voz con peso específico que pudiera disipar la neblina que se cierne sobre el partido.
Dentro del dogerismo, la única que se ha manifestado en contra de su actual dirigencia es la regidora Sandra Montalvo, porque ni el mismo Enrique Doger, quien está más preocupado por alcanzar la candidatura a la presidencia municipal de 4 años y medio.
De los pocos marinistas que aún navegan, está Javier López Zavala, quien a pesar de que en múltiples ocasiones ha intentado deshacerse de ese pesado lastre, no lo ha podido hacer y está confinado a su curul en San Lázaro, lo mismo que el otro representante marinista, Lauro Sánchez, quien en su curul del congreso local ha sucumbido también al canto de las sirenas morenovallistas.
Hoy la discusión se centra en quién será el candidato del PRI a la presidencia municipal de Puebla, quienes contenderán con las siglas de ese partido por alguna diputación local y quienes lucharán por las alcaldías más importantes, pero todo eso será inútil si no se cuenta con el dirigente que se haga respetar.
Hoy se dice que podría ser Germán Sierra el que alcance la dirigencia estatal, que contaría con el visto bueno del gobernador (como si el PRI necesitara de ello) y que prepararía al partido para ser un contrincante real de cara a las elecciones del 2013.
No es tal.
El PRI no ha podido despertar de la madriza que le propinó Moreno Valle en el 2010 y no se ve la forma en que podría hacerlo. La llegada de Germán Sierra no resultará beneficiosa en términos de recuperar terreno y hacer un digno papel en las elecciones.
Tal vez para lo único que sirva es para que el entreguismo no sea tan evidente como con Morales Martínez, pero nada más.
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