A casi ya tres años de la actual administración estatal y después del mayor escándalo que jamás haya envuelto a un gobernador en la historia moderna de Puebla, más allá de las especulaciones sobre los posibles cambios en el equipo de colaboradores principales de Mario Marín, resulta interesante analizar cómo se modificó la relación del mandatario con sus hombres de confianza durante y después del caso Lydia Cacho.
El asunto podría ser menor en una estructura gubernamental institucional, formal, vertical, con un esquema claro y preciso de evaluación de capacidades y de determinación de ascensos, estímulos y promociones.
Sin embargo, resulta obvio que tanto en la conformación del actual gabinete, como en la lógica de los pocos movimientos que se han hecho a la mitad del sexenio, ha n tenido un peso específico muy importante conceptos tan relativos y tan ambiguos como el amiguismo, el compadrazgo, la lealtad y la pertenencia de grupo.
Por todo esto, desde lo más alto del poder político en Puebla, se le dio forma a un complejo esquema de evaluación y seguimiento de acciones, actitudes, comportamientos y declaraciones que permita determinar con un buen nivel de exactitud quiénes permanecieron firmes al pie del cañón en plena crisis, quiénes se tambalearon ante la intensidad de los embates y quienes de plano, hicieron todo lo posible por salir, por lo menos de facto, de un barco al que consideraban próximo a hundirse.
Y es que, muchos de los marinistas que al inicio del sexenio se ufanaban de ser catalogados como los incondicionales, como elementos fundamentales de la famosa “burbuja”, en plena la crisis enseñaron el cobre, mostraron de qué están hechos realmente y bajo el agua urdieron una serie de amarres y traiciones para “salvarse” ellos, independientemente de lo que sucediera con su “jefe y amigo” en términos de lo jurídico, lo legal y lo mediático.
Sí, hubo quienes inclusive pagaron para garantizar inmunidad personal y salir impunes de la acción de las plumas críticas del marinismo.
Y lo peor es que se sabe todo, con nombres y apellidos, cantidades y circunstancias,
¿Será por eso que el festejo navideño de este año en Casa Puebla fue muy diferente a los demás?
¿Será por esto que brillaron por su ausencia la mayoría de los secretarios del gabinete?
¿Quiénes pasaron y quiénes no la prueba de fuego?
En esta ocasión quedaron atrás las multitudes, la cena opípara con platillos gourmet imposibles de pronunciar, los ríos y ríos de los más finos licores, los lujosos regalos y el siempre apestoso besamanos salpicado de hipócritas agradecimientos.
Por increíble que parezca, en este 2007 el festejo fue íntimo, en confianza, ahora sí, como dicen, entre puros cuates.
¿Los convocados?
Fueron sólo tres, todos por cierto, poblanos.
¿Quiénes cree usted que son estos personajes?
Se vale especular.
LA AUTOCONSPIRACIÓN IDIOTA
Esto fue lo que en realidad representó ese remedo de paro de labores de concesionarios del transporte público hace un par de días.
Y es que, desde el principio resultó evidente que el movimiento se fraguó desde la mismísima oficina del secretario Rómulo Arredondo ante su inminente salida de la dependencia.
Se trató en pocas palabras de una auténtica patada de ahogado.
Como le comenté ayer, es un hecho ya la llegada de Valentín Meneses a la SCT lo que tiene más que nervioso al actual secretario.
Entonces, se le hizo fácil generar un conflicto inexistente con las organizaciones del transporte y así vender que su permanencia en la dependencia era obligada para lograr una solución definitiva.
Se buscaba enturbiar las aguas para que pareciera imprudente el relevo en un clima de semejante inestabilidad.
Lo que no previó Arredondo fue su nula capacidad de convocatoria y su monumental ineficiencia operativa.
Tan sólo participaron en la marcha representantes de 200 de las más de 8 mil unidades que circulan en la entidad.
Un rotundo fracaso que no cambia en nada la resolución tomada allá arriba, en donde no se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad de…usted ya sabe quién.
No cabe duda, para ser perverso hay que tener talento.
Ni modo, a hacer maletas.
latempestad@statuspuebla.com.mx