Por Valentín Varillas
Mal les saldrá la apuesta a quienes, a través de la manipulación, la mentira y el manoseo de buenas voluntades, pretenden que la universidad pública poblana regrese a operar bajo la lógica del pasado.
El de su utilización para fines políticos, partidistas y sobre todo, como fuente primaria de millonarios negocios de quienes llevaban sus riendas.
Eso no va a pasar.
Quienes están detrás de todo esto se sintieron empoderados por el brevísimo regreso de Alfonso Esparza a la vida pública.
Un hecho, por cierto, sumamente vergonzoso.
Ahí sentado, completamente solo, en un universo de miles de personas que interactuaron de manera constante por cerca de tres horas, sin que nadie le tirara un lazo.
Marginado completamente de la dinámica de los encuentros, las pláticas, los saludos, abrazos, promesas y demás.
Muy pocos tuvieron el arrojo de acercarse.
Se contaron apenas con los dedos de una mano.
Incluyendo a aquellos que en su momento llegaron a ser parte importante de su círculo más cercano.
Casi nadie quiso comprometerse.
La misma tónica se dio en la comida posterior al evento.
Llegó solo, incómodo, sin encontrar acomodo en la mesa de algún grupo con el cual sentirse cómodo.
Estuvo muy poco tiempo.
Y después: nada.
Porque en lo legal, a pesar de los estridentes pero estériles optimismos, no todo está resuelto como algunos venden.
Seguramente él y los que quedan de aquella pandilla que saqueó en su momento las arcas de la Benemérita, confundieron las señales.
Un acto de inclusión, de cortesía institucional y política, no implica un espaldarazo.
Mucho menos, la luz verde para intentar un fallido regreso que explica los últimos y cada vez más frágiles destellos de inestabilidad.
No, por ahí no va.
El gobernador Armenta ha mandado el mensaje muy claro en todas sus declaraciones sobre la realidad que vive la universidad: no al uso político de la BUAP, ni adentro, ni afuera.
Ya no; nunca más.
El jefe del ejecutivo entiende la importancia que tiene la institución como factor de gobernabilidad en el estado.
Que debe de haber un trabajo conjunto, permanente, para cumplir con los objetivos trazados en materia de educación superior.
Y que la grilla burda, estorba, contamina, impide llegar a la metas.
Las lecciones del pasado son valiosas.
Sirven como modelo perfecto para saber exactamente qué no hacer y evitar así que la Autónoma de Puebla vuelva a ser carne de cañón electoral.
Un semillero de fortunas instantáneas para aquellos corruptos impresentables que anhelan aquellos tiempos que -para su pesar- están hoy muy lejos de regresar.
