Por Valentín Varillas
Jorge Álvarez Máynez fue un fenómeno en el pasado proceso electoral.
Definiendo muy bien su mercado meta entre el electorado potencial, aumento exponencialmente el número de votos para Movimiento Ciudadano.
Llevó a cabo una campaña muy efectiva de posicionamiento de marca, que pegó especialmente entre los jóvenes.
De esta manera, obtuvo 10.4% del total de votos.
Algo así como 5 millones 800 mil.
Esta forma diferente de hacer política generó un fenómeno de arrastre entre los candidatos de MC en la gran mayoría de las entidades en donde se renovó la gubernatura.
Se obtuvieron ahí también niveles históricos de sufragios.
No pasó en Puebla.
Al contrario.
Fernando Morales obtuvo apenas el 4.35% de las preferencias electorales, muy por debajo de los abanderados naranjas en Morelos, CDMX, Veracruz, Tabasco, Guanajuato y por supuesto Jalisco, en donde Pablo Lemus resultó el ganador.
Por su parte, Álvarez Máynez se llevó aquí, más del 10% del total de los votos emitidos a favor de los candidatos presidenciales.
En nuestro estado, hubo un pésimo candidato y se reflejó de manera contundente en las urnas.
La imagen de Morales Martínez no empató jamás con este concepto de hacer una política distinta.
Muy pocos se la compraron.
Es más, en el presupuesto del partido naranja se esperaba que en nuestro estado se obtuviera por lo menos un 7% del total de los votos.
Quedaron cortos, muy cortos.
Con todo y que Fernando se colgó de manera sistemática en la imagen de su padre, el ex gobernador Melquiades Morales.
Él sí, un magnífico producto electoral cuando le tocó competir.
Un perfil que sumó la confianza de todos los niveles y clases sociales, al grado de que le puso una paliza histórica a la entonces candidata del PAN, Ana Teresa Aranda.
Nada más 25 puntos de diferencia.
Era tan buen candidato, que Manuel Bartlett de plano no pudo imponer s su delfín: José Luis Flores, como abanderado del PRI.
Otro mundo.
Una realidad alterna que sí puso en alto el apellido Morales.
No el bodrio ridículo que acabó protagonizando el Jr. en su primera campaña en busca de la gubernatura.
A Máynez le funcionaron muy bien los bailes, las canciones pegajosas y los performances que ensayó con éxito en muchos actos de campaña.
Tuvo el carisma, la simpatía y la capacidad de conectar con la gente necesarios para lograr sus objetivos.
Morales Martínez, sobra decirlo, carece de semejantes atributos.
Los electores poblanos lo supieron de sobra y reaccionaron en consecuencia.
Los números, fríos, contundentes y demoledores, no dejan espacio para la duda.