Por Jesús Manuel Hernández
Vaya semana inundada de listas y tontas, las de candidatos al Congreso, y de polémicos enfrentamientos derivados de incursiones de la DEA en asuntos internos de México, donde la palabra “narcotráfico” ha sido la constante hasta lograr convertirla en un calificativo presidencial.
Obvio es que los alcances de este escenario abundan en la polarización de los grupos y deja hacer y deja pasar los asuntos delicados de México como la seguridad, el tráfico de drogas, el dinero del narco.
Todo ello en medio de un galimatías donde la llamada “filtración” de datos personales se ha convertido en la comidilla del día.
Del “pinchar teléfonos” a filtrar números como arma casi de guerrilla urbana para desmantelar estructuras.
El primer paso fue dado por el presidente y de ahí la bola de nieve que ha caído ahora en terrenos de la 4T, con quejas desde el hijo del presidente, José Ramón, pasando por la candidata presidencial de Morena y arrastrando a otras figuras del bloque en el poder y también de la oposición, como Xóchitl Gálvez.
Los reflectores se dirigen a la oposición, a los dueños de las granjas de bots, que según Juan Carlos Monedero son necesarias para la derecha mexicana al no tener el respaldo del pueblo.
Y cabe preguntar si el pueblo, bueno y sabio, saldrá a defender al presidente y sus denuncias.
La prensa internacional abordó el tema en diversas tonalidades, pero con un común denominador, nadie entiende por qué el presidente reveló el teléfono de la corresponsal del New York Times, pero qué necesidad, preguntan los observadores, con tan solo revelar el mensaje, ocultando el número de teléfono, hubiera sido suficiente.
Y por lo visto las consecuencias son fatales, muchos salen salpicados.
El presidente ha asumido una máxima, y tiene derecho a hacerlo, basado en esa ley del poder “Defender la reputación con la vida, muchas cosas dependen de ella”.
Escribió Robert Greene:
“La reputación es la piedra angular del poder. Sólo a través de la reputación se puede intimidar y ganar; una vez que se pierde, sin embargo, uno se vuelve vulnerable y blanco de ataques por todos lados, la reputación debe ser algo inexpugnable. Siempre hay que estar alerta ante la posibilidad de un ataque, para defenderse antes de que ocurra. Mientras, hay que saber destruir al enemigo minando su propia reputación. Luego hay que tomar distancia y dejar que la opinión pública les lleve a la horca”.
Una sentencia que sirve a los intereses de ambos lados, contrincantes en busca por el poder presidencial en México.
Mientras tanto, los obispos, la Conferencia Episcopal de México, la máxima autoridad eclesiástica de la Iglesia Católica en el país, convoca a “las comunidades contemplativas de todo el país para que inicien un tiempo ininterrumpido de Oración, con el fin de implorar a Dios Padre, que envíe al Espíritu Santo para que nos guíe y nos asista en el próximo proceso electoral que está por comenzar.”
Una declaración insólita, o por lo menos extraña en los últimos tiempos.
Hay que hacer énfasis sobre el destinatario del mensaje difundido en YouTube, “a las comunidades contemplativas”. Es decir, los obispos involucran a las monjas y monjes de vida contemplativa, que viven en clausura, que han renunciado a la vida pública, es decir mientras López Obrador convoca a defender la reputación, la iglesia llama al Espíritu Santo.
Quizá solo sea coincidencia, como la cantidad de hechos de la semana, pero el escenario recuerda un poco aquella etapa de los Cristeros que condenó a la Iglesia Católica en México, o quizá simplemente sea otro acto de distracción, mientras, como dice el refrán, “platica mexicano, mientras yo te gano”.
O por lo menos, así me lo parece.
