Por Valentín Varillas
Andrés Manuel López Obrador se siente bien en Puebla.
Se le ve sereno, tranquilo, confiado, sabedor de que en el estado las cosas marchas de acuerdo a sus intereses.
O a los de la 4T.
Que es lo mismo, pero juran que no es igual.
Al jerarca de jerarcas del actual grupo en el poder le saltan todos los días, como liebres, los más diversos problemas.
En sus giras de trabajo, en varias entidades ha tenido que enfrentar incluso todo tipo de reclamos, quejas y hasta manifestaciones de rechazo.
El sabotaaje a sus eventos ha pasado de ser una simple tentación a la acción concertada.
Aquí no.
Inclusive en medio del furor político-social desatado por la llamada Marcha por la Democracia.
El presidente llevó a cabo el evento oficial para el que fue convocado, sin el menor contratiempo.
Nada de nada.
A pesar de la cercanía geográfica que había con la manifestación pública organizada por sus más férreos opositores.
Saldo blanco, en todos los sentidos.
Y esto no es poca cosa.
En Puebla, como en el resto del país, la marcha fue un éxito rotundo en términos de poder de convocatoria.
La tentación de preparar un contingente para alterar la marcha de la agenda presidencial, estuvo siempre latente.
Pero no sucedió.
Al final, se impuso la cordura.
El mejor escenario para todos.
AMLO tiene razones para estar contento con Puebla.
El estado invertirá en este año millonarios recursos en la generación de infraestructura carretera, de movilidad y transporte, además de ampliar y mejorar la oferta en educación pública de nivel superior.
Hay dinero del gobierno federal comprometido.
De esta forma, se manda el mensaje de que hay trabajo conjunto entre niveles de gobierno para meorar la vida de millones de poblanos.
Ciudadanos que tienen el derecho de exigirle a sus gobernates que gasten, pero bien, el dinero producto de sus impuestos.
También en lo político, la entidad navega en aguas tranquilas.
Todavía.
Pero la preocupación coyuntural de que los procesos internos en Morena generaran una auténtica fractura, que pusiera en riesgo su desempeño electoral, ha sido conjurado.
Ya no se dio.
La inconformidad ha sido mínima y viene de perfiles que no tienen un peso específico determinante en el oficialismo poblano.
Petardos, les llaman.
Así que, le pese a quien le pese, aquí también se han cumplido los objetivos.
Materia prima hay de sobra para justificar el optimismo del presidente.
Ya en su visita anterior, hace poco más de un mes, se había referido a Sergio Salomón como su “amigo”.
Amistad que honró al comer en la porpia casa del mandatario poblano, alla en Tepeaca.
Ahora, en su discurso del domingo, felicitó a los poblanos por tener un “extraordinario gobernador”.
Mäs allá del enorme espaldarazo que este elogio representa, el que nuestro estado no sea un foco rojo para Palacio Nacional, en estos tiempos tan complicados para el ejercicio de gobierno, justifican cada frase, cada adjetivo, cada punto y cada coma del discurso de López Obrador.