22-11-2024 03:25:27 PM

El no “arrastre” de las presidenciables

Por Valentín Varillas |

 

En el 2018 fue todo un fenómeno. 

La figura de López Obrador sirvió como catapulta a los candidatos de Morena. 

A todos; en todo el país. 

Las enormes expectativas que generó el supuesto y tan anhelado cambio político en México, personificado por Andrés Manuel, tuvo como consecuencia lógica que se llenaran las casillas de votos a favor de quienes competían por el partido guinda. 

Y así, auténticas aberraciones accedieron a un cargo público o peor: les alcanzó para tomar las riendas de algún nivel de gobierno. 

En Puebla lo vivimos en la capital y los municipios conurbados. 

El brutal rechazo a los gobiernos emanados de la 4T se dejó sentir con toda contundencia a través de aquellas derrotas aplastantes en las urnas. 

Vaya lección. 

Ahora, en el caso del oficialismo no se repetirá el efecto. 

Si bien influirá en el desempeño electoral de sus candidatos el muy buen nivel de aceptación con el que se cerrará su gobierno el presidente, pesarán mucho más la operación de las estructuras oficiales de 23 estados del país y la entrega de dinero en efectivo como eje central de la política social que se ensaya en esta administración. 

Apostarle al carisma, capacidad de comunicación y manejo del espacio público de Claudia Sheinbaum, de plano no alcanza como ventaja competitiva real en el proceso. 

Simplemente porque no los tiene, o bien no ha sabido y no ha podido desarrollarlos a plenitud.  

La comparación con el AMLO candidato es ociosa. 

De plano están en ligas distintas, si se analizan desde el crisol de la mercadotecnia política. 

Pero pasa lo mismo en el búnker de sus rivales. 

La figura de Xóchitl Gálvez no será ese tsunami que genere olas gigantes de sufragios a la que se puedan montar los candidatos opositores. 

Al contrario. 

Después de un arranque prometedor, producto de la enorme orfandad de cuadros competitivos en las filas de los partidos que lo conforman, la candidata del Frente mostró que tiene muy pocas armas letales en el arsenal con el que pretende combatir la elección de Estado que se le viene encima. 

Mucho show, exceso de filigrana, forma de sobra pero muy poco fondo. 

En este contexto, en el caso de Puebla serán tanto Alejandro Armenta como Eduardo Rivera, las figuras de peso que impactarán directamente en el sentido del votante orgánico. 

Aquel que acude a la casilla de manera espontánea, sin que exista un interés económico o político de por medio. 

El candidato de la 4T lo necesita para cerrar la pinza de la movilización del “aparato” gubernamental a su favor. 

La maquinaria, por sí sola, no le alcanza. 

El caso de Rivera es opuesto. 

Aunque es evidente que habrá operación desde los municipios que gobierna el blanquiazul y por el otro lado un boicot de los liderazgos priistas que juegan a favor del oficialismo, su fuente principal de votos está en los ciudadanos que de manera auténtica rechazan los gobiernos de Morena. 

Y como en los hechos, el famoso mito del “voto diferenciado” realmente no pesa al momento de determinar ganadores, serán Armenta y Rivera los auténticos movilizadores del voto poblano en sus respectivos frentes. 

Por lo mismo, de ellos dependerá en buena parte el futuro de todos aquellos que compitan por los cientos de cargos que estarán en juego el próximo año. 

Vaya cambio radical. 

Una realidad política completamente distinta a la que vivimos hace menos de seis años. 

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