Por Alejandro Mondragón
En la época dorada del morenovallismo era un secreto a voces que “los ajustes” en las votaciones, para favorecer a sus candidatos en cada elección, ocurrían en la clonación de las actas de cómputo final.
Así, los intereses del grupo gobernante quedaban salvaguardas y los adversarios perdían cualquier opción.
Eso ocurrió en varios procesos federales y locales, donde los únicos que salían derrotados eran los yunquistas o las cartas incómodas para el morenovallismo.
En el 2018, ante la ola lopezobradorista, no hubo más remedio que soltar todo, excepto la gubernatura. En las audiencias del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación quedaron exhibidos los consejeros locales por la manipulación de la cadena de custodia de votos y actas de cómputo final.
Incluso, en el hotel MM, donde supuestamente se halló una mapachera, luego de la elección del 2018, se evidenció la existencia de material electoral fake.
Ahora que se avecina el proceso electoral del 2024, qué pasará con aquellos intereses que se cruzan entre Morena con el priismo y panismo.
¿Cómo le harán para que uno pierda la alcaldía y otro gane el Senado, por ejemplo?
En regímenes democráticos el voto diferenciado suele ser una realidad, pero en México se sufraga por todo rojo o azul o guinda.
Va a resultar morboso ver la forma en la que priistas o panistas vestidos de guinda se imponen, mientras todo lo demás lo pierden.
O tricolores ganan a adversarios morenistas.
Se requiere de cirujanos electorales.
Será por algo que operadores del pasado encarcelados o exiliados han vuelto.
La araña investiga.
