Por Jesús Manuel Hernández
Primero una anécdota. A Mariano Piña Olaya no lo conocía prácticamente nadie en Puebla, salvo Guillermo Jiménez Morales y Alfonso Zegbe quizá, pero ambos sabían que debía ser forzosamente diputado federal.
Uno de los operadores para conseguirlo fue el delegado del PRI, Julio Bobadilla Peña, un operador político de primera línea quien contaba entre sus amistades a Luis M. Farías, Ángel Carvajal, Joaquín Gamboa Pascoe, Luis Octavio Porte Petit y Miguel de la Madrid Hurtado quien se convirtió en el candidato presidencial, así que don Julio tenía línea directa con el Presidente.
Y fue don Julio el encargado de “hacer encajar” a Mariano Piña Olaya como “poblano” y aspirante a diputado federal por encima incluso de los intereses del gobernador Jiménez Morales, quien sacrificó a su compadre del alma el doctor Maldonado Casiano.
Muy pronto todos entendieron que Piña Olaya era necesario en la Cámara de Diputados, primero, fue quien entregó la Banda Presidencial a Miguel de la Madrid, y segundo, fue el responsable de operar el desafuero a Jorge Díaz Serrano.
El premio fue la gubernatura de Puebla, pese a todo lo que hicieron los poblanos para impedirlo.
El escenario no es similar hoy día, pero las circunstancias obligan a reflexionar sobre la historia. ¿Quién de los aspirantes a coordinar estatalmente la 4T en Puebla ha hecho suficientes favores al Presidente López Obrador, perdón quién ha sido el más leal?
¿Acaso Julio Huerta debe ser premiado por su entrega al proyecto de Sheinbaum?
O bien ¿Olivia Salomón tiene méritos suficientes en estos cinco años para que AMLO le dé el espaldarazo?
¿Acaso Alejandro Armenta tiene facturas guardadas por el servicio al Presidente, de tal tamaño, que merezca el premio de Puebla?
¿O será el compromiso con el PT para garantizar la votación a favor de Sheinbaum que el premio le toque a Lizeth Sánchez?
Y ¿por qué no pensar en que Claudia Rivera, fundadora de Morena, originaria, debe ser compensada por todo el daño causado por el barbosismo?
¿Y qué decir de la lealtad por muchos más años que los demás contendientes ha tenido Rodrigo Abdala con López Obrador? ¿Será suficiente para obtener el premio?
¿O acaso los trabajos en la Cámara de Diputados de Nacho Mier le han ido acumulando muchos puntos y el premio se lo ha venido ganando al avalar las peticiones del Presidente?
Quizá el tema no se vea limitado a estas razones y existan otras, como por ejemplo, preguntarse ¿quién tiene la capacidad de ganar las elecciones, quién tiene estructura, quién tiene experiencia en los procesos electorales de Puebla?
Y aquí aparece como venido del cielo un personaje, como ave de las tempestades, que presumía de tener la información, los hilos en la mano de la enorme madeja de operación electoral que hizo posible el triunfo de Martha Erika Alonso, aunque Paco Fraile reconozca que sí hubo fraude, ¿quién tiene la capacidad de operar el proceso de 2024?
Y muchos lo habían anticipado meses atrás. “Eukid es necesario”, decían al advertir de su próxima salida del penal.
Y de ser así, ¿quién de los 7 magníficos morenistas lo necesita realmente?
Preguntas que quedan en el aire, aire que levanta polvos de viejos lodos.
Quizá falta un vector en el análisis. Puebla necesita un gobierno de seis años, seis, no varios gobernadores para cumplir el sexenio.
O por lo menos, así me lo parece.