Por Jesús Manuel Hernández
A lo largo de su gobierno el presidente López Obrador ha tenido notables desencuentros con grupos de mujeres, como que el tema de los movimientos feministas o le son contrarios, o no los comprende o los mal interpreta, el caso es que si algo le ha distinguido en cinco años es su aversión a las mujeres que le cuestionan o le provocan.
Hace unos días en una de sus “Mañaneras” dijo: “yo no ofendo a las mujeres” en respuesta a la denuncia presentada por Xóchitl Gálvez por violencia política de género.
El discurso ha dado motivo a los colectivos de mujeres a sumarse en favor de la senadora y poner en la mesa de la sucesión el papel de la 4T frente a las mujeres mexicanas.
Guacamayaleaks reveló cómo la SEDENA espió a los colectivos feministas desde 2019; ante la convocatoria para pedir la intervención federal para frenar la ola de feminicidos, el presidente amuralló Palacio Nacional y rechazó escuchar a las quejosas y equiparó el “feminicidio” con el homicidio, las consecuencias han ido creciendo y despertado una ola feminista, un terremoto diría algúna activista, cuyo punto cumbre se registró en las manifestaciones de 2019 en más de 20 ciudades importantes del país bajo la convocatora de “México feminicida”.
El presidente, nacido en 1953, pertenece a una generación prefiminista, su concepción de los movimientos a favor de los derechos de las mujeres quizá no le han permeado como a otras generaciones, y eso no significa que sea misógino o machista, como sus críticos le señalan, pero por desgracia los ejemplos en su defensa no abundan.
En su tiempo la titular de gobernción Olga Sánchez Cordero se quejaba en corto de los maltratos y el machismo sufrido intramuros de Palacio Nacional.
Algunos investigadores del antifeminismo presidencial hacen listas de las acciones emprendidas por AMLO contra las mujeres, van desde haber cancelado programas sociales, educativos y de salud, o minimizando a los colectivos femeninos; la cancelación de las estancias infantiles, los albergues para víctimas de violencia de género, los comedores comunitarios, las escuelas de tiempo completo, el programa FUCAM de cáncer de mama, etcétera.
En el sexenio de AMLO ha crecido el feminicidio y las desaparecidas y desaparecidos.
Muchos recuerdan aquel “Acuerdo para la Igualdad entre Mujeres y Hombres” presentado por el presidente, pero pocos pueden aportar ejemplos salvo que una mujer encabece la lista de aspirantes a sucederlo y la integración de mujeres a su gabinete, pero en la práctica las cosas se ven diferentes.
El último ejemplo fue la negativa a recibir a las llamadas “Madres Buscadoras”, un colectivo de mujeres y hombres, padres de los miles de desaparecidos en territorio mexicano y quienes en su afán de encontrar a sus hijos o hijas, no paran de “buscar” sin que el gobierno les facilite, les ayude en su tarea, más bien los minimiza o los ignora.
El presidente ha ido contra mujeres activistas, políticas, buscadoras y periodistas en su narrativa matutina.
Tan solo entre 2018 y 2022, 767 periodistas recibieron ataques y amenazas y 5 fueron asesinadas.
El discurso contra la ministra Norma Piña, seguido por el gobernador de Veracruz, y recientemente contra Xóchitl Gálvez, siguen abriendo la puerta a una imagen de intolerancia o incomprensión sobre el papel de las mujeres en asuntos públicos.
El colmo ha sido que recibió a la argentina Estela de Carlotto, de las Abuelas de Plaza de Mayo, y les cierra las puertas a las Madres Buscadoras como si fueran sus enemigas.
La percepción de la sociedad puede variar, puede dejarse influir por tantas denuncias, protestas, decepciones de los colectivos feministas mientras más cercano esté el 2024, quizá el presidente debía reflexionarlo.
O por lo menos, así me lo parece.