06-05-2024 02:59:40 PM

La esperanza yunquista

Por Valentín Varillas

 

Una nueva estrella brilla en el horizonte electoral de lo más extremo de la derecha poblana.

Eduardo Verástegui es la carta que las buenas conciencias en la aldea van a apoyar para que se convierta en candidato opositor a la presidencia de la República.

Las familias custodias ya han tendido lazos y puentes de comunicación para empezar a dar los primeros pasos encaminados a institucionalizar el trabajo político a su favor.

No les gusta Xóchitl Gálvez.

Jamás la iban a apoyar en serio.

La ven muy de izquierdas.

Ideológicamente resulta incompatible con ellos en cuestiones de principios, ideología y moral.

Su postura en defensa del aborto, por ejemplo.

La bandera de la libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo les sigue sacando ronchas.

Es un tema intransitable para los ultras.

Aquellos que consiguen con sus médicos de cabecera la pastilla del día después para que las consuman sus hijos e hijas. 

Los mismos que obligan a sus vástagos a llevar a abortar a sus parejas a la Ciudad de México.

También les molesta su origen, el color de su piel y sus rasgos físicos.

Faltaba más.

El que se defina como descendiente de indígenas los vuelve locos.

Lo sienten un atentado a su código genético.

A aquel derecho de sangre que sienten que poseen para erigirse como los dueños morales del que consideran “su partido”.


Xóchitl les ensucia su ridículo blasón.

Les aboya su hipócrita escudo de armas.

Y aunque no se ve en el escenario de los adversarios del oficialismo algún otro perfil potencialmente competitivo, prefieren la tranquilidad de espíritu que en teoría les da alguien que como ellos, es todo un experto en venderse a través de la doble moral.

Les encanta el mito genial, agustiniano, del diablo que muta a santo a través de la intermediación directa del eterno.

Y se dejan seducir hasta el éxtasis con semejante narrativa.

Pierden de vista que Verástegui se coló hasta el círculo más íntimo de la curia romana, de la mano de Marcial Maciel.

Aquel pederasta, vergüenza nacional, criminal financiero de El Vaticano que murió impune gracias a la protección de varios Papas, le dio el empujón necesario para la génesis de su personaje.

Y de esa élite, ya no salió jamás.

Por si fuera poco, sudan de emoción cuando ven el apoyo que le da Donald Trump “a su muchacho”.

Les alimenta la esperanza de que los gringos salven al país de los perversos gobiernos de la 4T.

Algunos de ellos, para minimizar la posibilidad de quedarse sin hueso en el reparto de candidaturas, le jurarán amor eterno a Xóchitl en unos días más, cuando lleve a cabo una rodada en la entidad.

Utilizarán, como en otras coyunturas, el camuflaje como estrategia.

Pero en lo oscurito, ya están en la dinámica de organizar eventos privados a favor de quien ideológicamente mejor los representa.

Y no sólo eso, también los pinta de cuerpo entero.

Guácala.

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