Valentín Varillas
Presidentes y gobernadores han fracasado varias veces al momento de perfilar a su supuesto favorito como su sucesor.
La etiqueta pesa, desgasta y en ocasiones no empata con los siempre fríos criterios de rentabilidad electoral.
Rumbo al 2024, vemos dos casos muy claros, reveladores, que competen directamente a la 4T.
El primero es el de Claudia Sheinbaum.
Bien posicionada en encuestas gracias a casi 5 años de gobernar la capital.
En términos de intención de voto, es el perfil que todavía lidera entre militantes y simpatizantes de Morena.
Sin embargo, vive un preocupante estancamiento en su crecimiento.
Mientras otros perfiles suben, Claudia parece que llegó ya a su techo.
No prende su imagen.
Mucho menos su discurso.
Sus eventos lucen desangelados, sin la fuerza de quien en teoría garantiza la continuidad del actual grupo en el poder.
Con todo y el acarreo y la compra de conciencias.
Y faltan 10 meses y medio para la elección.
Un tiempo enorme en términos políticos.
La caída puede ser de pronóstico reservado, con todo y los cientos de millones de pesos que sus propios compañeros de partido aseguran se ha gastado en la precampaña.
En Puebla, el supuesto favorito de la élite política de plano es un pésimo producto electoral.
Por Julio Huerta no votarían ni los de casa, de acuerdo con todas y cada una de las encuestas serias que se han publicado sobre preferencias electorales.
Aparece muy atrás en estos ejercicios, a pesar del enorme dispendio en medios, entrevistas pagadas, sondeos a modo, espectaculares, bardas y demás.
Millones de pesos tirados a la basura, que quién sabe de dónde vienen, pero que sin duda no empatan con el sueldo que hasta hace muy poco recibía como servidor público.
Por muchos recursos que se tengan para la promoción y el marketing, si el producto es malo, de plano no se vende.
El panorama se oscurece todavía más, al ser la encuesta el método de selección del candidato o candidata.
¿Cómo podrían justificar que quien nunca encabezó uno de estos ejercicios, de repente aparezca como puntero y acabe siendo el ungido?
Imagine el tamaño de la farsa y el monumental riesgo de división al interior del partido.
Sobre todo porque la 4T nació en teoría del combate al fraude electoral.
Impensable que ensayaran uno descarado en sus propios procesos y procedimientos, sin que hubiera consecuencias.
La realidad de Julio Huerta se parece mucho a la de Javier López Zavala.
Vender espejitos presumiendo canonjías y privilegios que supuestamente vienen directamente de los gobernadores en turno.
Lejos de ser los consentidos, ambos cumplen con el perfil de ser los “sacrificables” ideales.
Uno ya lo fue en tiempo pasado.
El otro lo será pronto: en un futuro muy cercano.