Por Valentín Varillas
Fue un tema de definiciones.
Nada más.
Necesarias, urgentes para él, pero que hicieron pedazos la institucionalidad de su cargo.
En su afán de quedar bien con el presidente López Obrador, Alejandro Armenta olvidó el papel que debía jugar como presidente del Senado en la ceremonia conmemorativa del 106 aniversario de la promulgación de la Constitución Mexicana.
Y es que, el poblano, está obsesionado en ganarse la confianza de quien decidirá todo, absolutamente todo lo que tenga que ver con los procesos electorales que vienen.
Incluido el de Puebla, por supuesto.
Romper la etiqueta de “monrealista”, como primer paso.
Destrozar, por lo menos en términos de percepción, el cordón umbilical que lo mantiene atado, políticamente, al zacatecano.
“No más papá Monreal”-fue la consigna.
Y en este contexto, se explica perfectamente el burdo panfleto partidista que se atrevió a leer en tan importante evento el pasado domingo.
También la muy actuada y poco espontánea fotografía que se tomó con el presidente López Obrador en la entrada destinada para los oradores e invitados especiales a la ceremonia.
Armenta encontró el escenario perfecto para rendirse ante el presidente.
Para jurarle amor eterno y lealtad a prueba de fuego.
Como lo hizo en su momento con Mario Marín y con Enrique Peña Nieto.
Con todos los reflectores de medios nacionales e internacionales y bajo la mirada, directa o virtual, de toda la clase política, no podía encontrar una mejor ocasión.
Si nos ponemos puristas, Alejandro está siguiendo a pie de la letra la receta que el propio López Obrador hizo pública para quienes pretender gozar de las bondades de su reino: 90% lealtad-10% capacidad.
Ya montado en su papel, el senador centró su arenga en señalar a los corruptos que levaron las riendas del país en el pasado reciente.
Arremetió en contra de aquello excesos presidenciales que en su óptica, se acabaron con la llegada al poder de la 4T.
“Presidencialismo abusivo”-le llamó.
Un grupo político que, de acuerdo a su propio discurso, privilegiaba los intereses del poder económico antes que los del pueblo.
¡Qué razón tiene!
Esa realidad se dio con toda contundencia en anteriores sexenios.
Sobre todo en el anterior, en el que jugó un papel fundamental Alejandro Armenta como titular del Registro Nacional de Población.
Estuvo al servicio de aquella “mafia en el poder” teniendo como jefe directo a uno de sus principales capos: Miguel Ángel Osorio Chong.
Este pequeño-gran detalle, prefirió omitirlo.
Qué lástima.
Hubiera sido muy bueno el haber llevado, en tan majestuoso escenario un, “mea culpa” político.
Una profunda introspección.
Una purga salvaje, pública, que de verdad lo purifique de todos los indeseables a los que en su momento tuvo como amos.
No lo hizo.
Optó por la lisonja fácil y la lambisconería ramplona.
Ni modo.
Apostarle a la amnesia colectiva no siempre genera réditos y en muchas ocasiones tampoco garantiza nada.
Sin embargo, de acuerdo con su realidad específica, es lo único que le queda hacer a Armenta si quiere continuar vivo en la lucha por la candidatura al gobierno del estado.
Aquí, a estas alturas, no hay Plan B.
Mucho menos ruta de escape.
Llegaron los inevitables tiempos del auténtico “o todo o nada”.
A ver si le sale.