Por Valentín Varillas
La oposición en México ha tocado fondo.
Su mejor apuesta para la presidencial del 2024 es que se concrete el rompimiento entre Ricardo Monreal y AMLO, que se pongan de acuerdo todos los partidos que no apoyan a Morena y que el zacatecano se convierta en el candidato único que le pueda competir realmente a la 4T.
Patético.
Esto confirma su falta de proyecto propio, la carencia absoluta de liderazgos efectivos y el rotundo fracaso en el proceso de formación y capacitación de cuadros propios.
Peor, imposible.
Sus canicas se las juegan con un personaje que es una copia al carbón del López Obrador que tanto critican.
Él mismo lo recuerda a la menor provocación.
Destaca cómo se formaron juntos en la “lucha”, sus coincidencias en lo político y lo ideológico, reconociendo todo lo que le ha aprendido en 26 años de cercanísima relación.
Ahí está un libro escrito por el propio senador que confirma todo lo anterior.
¿Ya no es el mismo político?
¿Es posible un cambio tan radical en un espacio tan corto de tiempo?
Vaya concepto torcido de lo que significa la congruencia.
¿De verdad Monreal podría tener alguna afinidad real con alguno de los partidos que forman la alianza opositora?
Con el PAN, por ejemplo.
El más fuerte de ellos y el que sin duda tiene el mayor potencial de obtención de votos.
Yo no veo a los auténticos panistas –militantes y simpatizantes- votando por una mala copia de López Obrador, cuya única bandera hasta el momento se basa en el muy subjetivo concepto de la “reconciliación nacional”.
Nada más.
Por muy desesperados que estén.
Lo de Monreal es un berrinche.
Una serie de incumplimientos de acuerdos previamente pactados que hoy lo obligan a buscar nuevos derroteros en su vida política.
Pero esto no obedece a un giro radical en su visión de país.
Para nada.
Se trata, simplemente, de una estrategia de supervivencia en lo político.
Basta revisar sus dichos, declaraciones públicas, actuar y el sentido de su voto en el Senado para darse cuenta.
En mi pueblo se le llama pragmatismo puro.
Y más cerquita, en mi cuadra, el término es mucho más acertado: “chambismo”.
Simple y llanamente.
Historias similares hemos visto muchas en la política nacional.
En Puebla, específicamente.
Moreno Valle y su rompimiento con el PRI porque Marín no le cumplió el convertirlo en candidato al Senado.
Manzanilla y el propio Moreno Valle, cuando Fernando se dio cuenta que no tenía espacio para crecer en el círculo cercano del entonces gobernador y que iba a ser inevitablemente desplazado por Gali y Martha Érika.
Y fue entonces cuando de incondicionales, mutaron a opositores.
Los monstruos que ellos mismos ayudaron a formar, se voltearon y los devoraron.
Monreal tuvo mucho que ver en la génesis del fenómeno López Obrador.
Por décadas ha avalado y fomentado el discurso, los usos, las formas que la oposición tanto le repudia al presidente.
Ricardo ha sido y es hasta la fecha, uno de los pilares de la 4T.
Su principal ideólogo.
Su auténtico creador intelectual.
Cree ciegamente en ella y ni él mismo se compra el falso argumento de que su inminente rompimiento con el actual grupo en el poder, se deba a que se hayan desviado de su origen y objetivos.
Si tuviera alguna oportunidad real de ser candidato, no se hubiera visto en la necesidad de convertirse en este gran simulador.
Un falso crítico acérrimo de la ideología en la que cree.
Un “opositor” de ocasión que en el muy remoto caso de que pudiera ganar la presidencia, sacaría el cobre, enseñaría los dientes y volvería a sus orígenes.
A ser el mismo de siempre.
Vaya chasco monumental se llevarían sus nuevos e ingenuos aplaudidores.