Por Alejandro Mondragón
Los opositores a la Cuarta Transformación viajan hoy en el tren de la euforia, después de impedir su descarrilamiento con su negativa a aprobar la reforma constitucional a la Ley Eléctrica.
Han jurado unidad hasta el fin de los tiempos. Mantenerse como el bloque que sí puede detener el proyecto de Andrés Manuel López Obrador.
¿Se sostendrá como ente monolítico ante las reformas que vienen en materia electoral y la Guardia Nacional?
Es muy probable. La ruta está marcada y ello los llena de euforia. Creen que salvaron a la patria y están convencidos que derrotarán a la 4T en la madre de todas las batallas: el 2024.
¿Mantendrán la unidad en la elección presidencial?
El problema es que todos los partidos integrados en Va por México querrán lo mismo: la silla presidencial y mejores posiciones en Estados, Senado, Diputaciones y alcaldías.
Y ahí, las ambiciones propias, encontrarán su real prueba de fuego. Lo que menos tienen este tipo de coaliciones es la humildad, hacer política para ceder por el mejor. Todos los liderazgos se sienten presidenciables.
En su interior, no en el exterior, vendrán los graves problemas para enfrentar lo que se avecina.
La 4T ya marcó la línea de desacreditar a aquellos que votaron contra la reforma a la Ley Eléctrica. El problema es que la acción se enfoca hacia los suyos, su base electoral y política.
Los demás, la mitad de mexicanos/as que los detesta, va en contra de la política presidencial. Es la polarización en su máxima expresión.
Los opositores ya tienen agenda: votar contra la rectoría de Estado que pretende imponer la 4T en México.
Y la Cuatroté con su discurso que se basa en calificar de traidores a quienes se opongan a sus pretensiones.
Pero está claro que el enemigo está dentro del bloque opositor. Se llama vanidad.
