Por Valentín Varillas
Morena va a ganar, caminando, la próxima elección a gobernador en el Estado de México.
Y en el presupuesto electoral de Palacio Nacional, la que siempre ha merecido la nominación es la actual Secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, quien ya había sido candidata al cargo.
El que Alfredo del Mazo ganara en el 2017, a como diera lugar, era uno de los puntos centrales del pacto de impunidad al que llegaron Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.
Por eso, a pesar de que se trató de una auténtica elección de Estado, no hubo marchas, plantones, toma de calles, ni demás linduras que son parte de la catequesis de la 4T cuando no les gusta el resultado de un proceso electoral.
¿Conclusión? – a Delfina la dejaron sola.
Y lo peor, el abandono fue ordenado y operado por el actual presidente de la República.
Entonces, lo más lógico sería que a la secretaria se le pagara la factura por semejante sacrificio.
No va a ser tan fácil.
Delfina está en problemas y muy serios.
Sobre todo en materia de honestidad, la obsesiva bandera con la que AMLO y sus aliados pretenden deslindarse de sus antecesores.
De aquellos usos y costumbres tan repudiados en el discurso, pero que siguen más vivos que nunca en estos tiempos de supuesta transformación en México.
Según el Tribunal Electoral del poder Judicial de la federación, la titular de la SEP es una corrupta.
Sólo así podría llamársele a quien descontaba -unilateralmente y sin su consentimiento- parte del salario de los trabajadores del municipio que gobernaba para financiara actividades políticas de su partido.
Un comportamiento idéntico al que era parte de ese pasado supuestamente superado.
Es evidente que, en el discurso, a pesar de la contundencia de la resolución del Trife, el presidente y su grupo jamás lo reconocerán.
Al contrario, harán lo posible por descalificar al Tribunal, continuando con ese obsesivo proceso de ataques sistemáticos a poderes o instituciones autónomas.
Sin embargo, en términos de política real, el resolutivo que muestra con toda claridad la clase de funcionaria pública que realmente es la maestra, altera la lógica de selección del candidato al Estado de México.
Van a tener que darle forma a un Plan B como estrategia de control de daños.
Si las encuestas que miden el posicionamiento de los aspirantes a esa gubernatura muestran una caída en los bonos de la hoy favorita, no tendrán más que echar mano de otro perfil.
No porque la elección esté en peligro real, sino por un tema de congruencia elemental.
Esa que todavía no vemos entre el decir y el actuar de quienes hoy son parte de la élite gobernante.
El Edomex, tendría que ser la revancha de Delfina.
Pero además, se debe de ganar de manera aplastante por la enorme cantidad de votos que esta entidad aporta al padrón electoral nacional.
Controlarlo política y presupuestalmente, será fundamental si López Obrador quiere hacer ganar a su candidato en el 2024.
¿Y entonces?
La imposición, con su consecuente descalificación del entramado democrático nacional, o bien la mesura para redefinir la estrategia buscando otro perfil que no esté tan cuestionado en materia de honestidad.
La revancha real –vaya paradoja- pudiera ser para Alejandro Encinas, el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Segob, quien en el 2011 fue candidato y perdió 3 a 1 frente al priista Eruviel Ávila.
A ver si, por fin, se atreven a rectificar.