Por Alejandro Mondragón
El tiempo ha sido uno de los principales aliados de la 4T en Puebla, en el proceso de desintoxicación de la vida política.
Una vez que el morenovallismo asumió el control del Gobierno, en 2011, comenzó la conquista del poder que emanaba de cualquier reducto.
Y los órganos autónomos fueron maniatados para transformarlos en parte del gabinete ampliado del morenovallismo.
Empezó el acoso contra personas que no se sometían a permitir que los llamados órganos autónomos sirvieran de tapaderas para construir un modelo de negocios, mediante el uso de las instituciones de poder.
Así, la Comisión Estatal de Derechos Humanos, el Instituto de Acceso a la Información, el Instituto Estatal Electoral, el Tribunal Electoral del Estado y la Auditoría Superior, por ejemplo, garantizaban al morenovallismo que su proyecto jamás enfrentara vendavales políticos y mediáticos.
Todos eran felices. Se veía normal que el gobernador Rafael Moreno Valle y los suyos sometieran y pusieran a incondicionales para sus fines oscuros.
Llegó el tiempo y ya los órganos autónomos comienzan su proceso de normalización. El IEE y el TEEP ya no dependen, en su integración, de lo que quiera el gobernador, sino que vienen de un largo proceso nacional de verificación en los nombramientos.
El problema es que los cómplices de todo un cúmulo de irregularidades en el morenovallismo han quedado impunes y su triste papel de tapaderas queda para la historia.
Ahora nuevos perfiles han asumido las responsabilidades de los órganos que se espera ahora sí sean autónomos.
Hechos de crisis del pasado fueron solapados por aquellos organismos que tenían como responsabilidad estar del lado de los ciudadanos/as, pero por canonjías se pusieron a los pies de su amo.