Por Valentín Varillas
Una de las primeras grandes tareas que tendrá Eduardo Rivera como presidente municipal de la capital será el tomar pasos importantes hacia la erradicación de corruptelas, vicios y usos y costumbres que han generado, por décadas, la infiltración de criminales en instancias como Seguridad Pública y Tránsito Municipal.
Una auténtica mina de oro para las distintas élites que, en su momento, tuvieron el control de la corporación.
Millones de pesos en efectivo a cambio de fomentar, tolerar y promover la comisión de varios delitos.
De entrada, el más jugoso: el narcomenudeo.
Hacerse de la vista gorda en la operación de quienes controlan el cada vez más lucrativo negocio de la venta de enervantes al consumidor final.
El mercado interno ha crecido de forma exponencial a partir del abaratamiento de todo tipo de drogas sintéticas y de la masificación del proceso de distribución.
Hoy se venden a plena luz del día en mercados y otros centros de concentración de personas, ante la mirada permisiva de la autoridad.
Algo similar sucede con el robo de autopartes.
Se sabe de sobra en qué zonas de la ciudad se da con mayor frecuencia este delito y no se hace nada para combatirlo de manera directa.
Al contrario.
Esta actividad criminal ha sido una auténtica mina de oro, desde hace muchos trienios, para quienes en teoría tenían la responsabilidad y el compromiso de cuidarnos.
A esta lista hay que agregar el negocio de las famosas “mordidas”.
Elementos que trabajan bajo el esquema de “cuotas”, es decir, que están obligados a entregar una cantidad de dinero mínima a sus superiores.
Cantidad que se fija dependiendo de la zona o sector en el que se opere y de si se trata de agentes con patrulla, motocicleta o a pie.
Esta viejísima práctica, hasta la fecha, goza de cabal salud al interior de la secretaría, al grado de que se ha convertido en una sólida institución.
No ha habido quien no caiga rendido ante el canto de las sirenas que representa semejantes cañonazos de billetes.
Y para cerrar con broche de oro, hay que agregar a la lista, la extorsión a empresarios, y la venta de protección e impunidad para que unidades irregulares de distintos gremios y sectores, circulen libremente sin ser molestados.
Gaseros, refresqueros, transportistas de materiales y un largo etcétera, forman parte de quienes gustosos, pagan una cantidad de dinero fija semanal a cambio de gozar de absoluta impunidad.
De ese tamaño es el reto.
Titánico sin duda.
Y con lo viciado que se encuentra el gremio de la seguridad pública en todo el país, parece poco menos que imposible el encontrar a quien, de entrada tenga la voluntad real de limpiar tanta porquería.
Pero quienes tendrán ahora la responsabilidad de gobernar, saben de sobra que enfrentar los añejos problemas en materia de seguridad, es parte inherente al cargo.
Y las expectativas que se generaron en esta última coyuntura fueron enormes.
Los habitantes de la capital confiaron en que Rivera y su equipo eran los idóneos para entrarle a éste y otros temas pendientes en materia de gobierno.
El costo de la desilusión puede ser de altísimas consecuencias, en lo personal pero sobre todo en lo social.
Esta ciudad no aguanta ya otro fracaso más en materia de seguridad pública.