Por Valentín Varillas
La consulta de ayer, llevada a cabo para saber si en este país queremos ajustar o no cuentas con el pasado, puede ser también un ejercicio de obtención de información muy valiosa para el presidente López Obrador.
Se trata de un termómetro certero para medir cómo anda en términos de popularidad, confianza y poder de convocatoria, en todos y cada uno de los municipios del país.
Un ejercicio que en los hechos, resulta mucho más efectivo que el pasado proceso electoral.
El presidente personalizó la consulta; la convirtió en una cruzada particular, tomando como bandera uno de los ejes centrales de su discurso en tres campañas: la lucha en contra de la corrupción y la impunidad.
Es un tema suyo: más allá de grillas, partidos, candidatos e influencia de poderes locales, factores que tuvieron un peso específico en los resultados del 6 de junio.
En tres años de la 4T, hemos visto un fenómeno muy interesante: el juicio ciudadano hacia el presidente es muy distinto que el que se ha emitido en las urnas a los candidatos del partido en el gobierno.
Mientras los niveles de aceptación del jefe del ejecutivo se pueden considerar como “altos”, la más reciente elección mostró que en algunas zonas del país existe un rechazo contundente a los gobiernos locales emanados del Movimiento de Regeneración Nacional.
Puebla, por ejemplo.
Ha quedado claro que en el imaginario colectivo nacional, existe una diferencia en el concepto y la calificación de unos y de otros.
Que gobierno y partido no son lo mismo y que el blindaje en términos de opinión pública es única y exclusivamente de López Obrador.
Que no es transferible a prácticamente ningún otro actor político, por más cercano que se encuentre en el ánimo y los quereres del tlatoani.
Por eso, la consulta va a ser una buena referencia para el presidente, sus asesores y operadores.
Una radiografía clara de sus fortalezas y debilidades, de acuerdo a los niveles de participación en este ejercicio; un mapa para orientar el trabajo político que deberán llevar a cabo de cara a dos procesos que involucran directamente a Andrés Manuel: la revocación de mandato del 2022 y la presidencial del 2024.
Ningún otro partido o potencial candidato con aspiraciones, cuenta con datos duros, certeros, claros de cómo y dónde empezar a trabajar para lo que viene en el futuro inmediato.
AMLO sí.
A ver si, más allá de la forma, el discurso y el circo de las mañaneras, se da cuenta de la valiosa arma con la que cuenta ahora para enfrentar a sus adversarios en la recta final de su mandato.
La más importante para él.