Por Alejandro Mondragón
El presidente Andrés Manuel López Obrador la volvió a hacer con la agenda política nacional. Ahora no sólo cambió las reglas de la sucesión, sino que las aderezó con folclor.
Los presidenciables son las corcholatas y él no se llamará el Gran Elector, sino el destapador.
Vaya forma, por si fuera poco, de adelantar los tiempos para el 2024, y usar la tribuna de la mañanera para validar a los perfiles, dígase corcholatas.
¿Y en Puebla?
¿Seguirá el gobernador Luis Miguel Barbosa el método presidencial para definir a su sucesor?
¿Quién será su corcholata en Puebla?
López Obrador dio luz verde en cadena nacional al canciller Marcelo Ebrard y permitió la cargada a favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, con miras a sucederlo en 2024.
En Puebla, será más que interesante ver el comportamiento que llevará el gobernador Barbosa en dos vías:
La primera sobre a qué corcholata respaldará en la sucesión presidencial, si se sabe de la buena relación que tiene tanto con Ebrard como Sheinbaum.
Y la segunda tiene que ver con su propio proceso de relevo. Es cierto que faltan tres años, pero los actores políticos saben que después de la elección pasada su figura se ha fortalecido en términos de operación.
Más allá de los nombres que se manejan para la gubernatura poblana, lo cierto es que nadie puede desdeñar su papel en una operación política electoral que le permitió quedarse con la mayoría del Congreso y hacer morder el polvo a sus adversarios, aunque públicamente la niegue.
Se avecinan tiempos de sumas y restas, en un juego en el que López Obrador observa para definir lealtades.