26-04-2024 03:28:57 AM

Participación, la gran protagonista

Por Valentín Varillas

La jornada electoral de ayer, podría llegar a ser considerada como “histórica” en materia de participación ciudadana.

A reserva de lo que indiquen las cifras oficiales, estaríamos ante una atípica cantidad de votantes en las urnas a nivel nacional, para una elección intermedia, hasta este 2021 sinónimo de indiferencia y apatía.

De confirmarse, qué bueno por lo que llamamos “democracia”.

Qué bueno, igualmente, para la legitimidad de quienes resulten ganadores de la contienda.

Más allá de ideologías, filias y fobias políticas, lo anterior habría que celebrarlo.

Y es que, el pronóstico no era nada bueno en lo que al nivel de respuesta a la convocatoria hecha para acudir a cumplir con este deber ciudadano.

Muchos eran los factores que podían haber explicado un potencial alto nivel de abstencionismo en la jornada.

De entrada, la pandemia y sus consecuencias.

Cerca de dos millones y medio de infectados y cerca de 230 mil muertos por Covid, de acuerdo con las cifras oficiales –esas que históricamente se quedan cortísimas para reflejar la realidad- no son el mejor motivador para salir a votar.

Tampoco las amenazas, hechos de violencia y asesinatos llevados a cabo por los llamados “poderes de facto”, a lo largo y ancho del país, antes durante y el propio día del proceso.

En algunas entidades, Puebla entre ellas, los ciudadanos se mantuvieron firmes en su intención de hacer valer su voto a pesar de la detonación de armas de fuego en las casillas y el descarado robo de urnas a punta de golpes.

Un enorme factor que jugaba en contra de la participación de votantes fue la intensiva guerra de desprestigio que el presidente López Obrador ensayó en contra del Instituto Nacional Electoral.

Las famosas mañaneras, muchas, fueron utilizadas con todo descaro para adelantar- sin la menor prueba de por medio- un supuesto y escandaloso fraude electoral.

Este mal llamado “ejercicio de transparencia”, que todos los días se ensaya desde Palacio Nacional, en la recta final de la contienda terminó siendo un burdo acto panfletario de fomento al abstencionismo y por lo tanto, de apoyo al partido en el poder.

El mandatario más legítimo y más votado de la historia, fue el principal instigador de la desconfianza a un proceso similar, con las mismas reglas y que fue organizado por el mismo árbitro que en aquel 2018.

Demencial.

Con todo y eso, la gente salió a votar de forma masiva.

Reconocimiento similar merecen también aquellos mexicanos que se desempeñaron como funcionarios de casilla.

Sacrificando tiempo y arriesgando el pellejo, fueron cientos de miles los que, sin ningún interés económico ni de favorecer a partidos o candidatos, decidieron capacitarse para llevar a buen puerto este proceso y se presentaron puntualmente para llevar a cabo su importante labor.

Y cumplieron al pie de la letra.

El voto del miedo, fracasó y a pesar de los pesares, los ciudadanos ya cumplimos.

Ahora viene la responsabilidad de las instancias en materia de procuración y justicia electoral para revisar impugnaciones, hacer valer la ley y calificar el proceso, determinando más allá de cualquier duda, ganadores y perdedores.

Y claro, la responsabilidad, valor y madurez, de partidos, candidatos y niveles de gobierno, para reconocer el resultado, les favorezca o no. 

No hacerlo, en este contexto de gran participación e involucramiento social sería, por decir lo menos, un suicidio político.

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