Por Alejandro Mondragón
Los Barbofóbicos perdieron, en copiosa votación, la joya de la corona: Puebla capital.
Y lo hicieron de manera abrumadora con una terrible consecuencia para Morena en los próximos años: dieron el boleto de favorito a Eduardo Rivera Pérez para la elección de gobernador en 2024.
La derrota es huérfana, pero Claudia Rivera Vivanco, Alejandro Armenta Mier, Nancy de la Sierra, José Juan Espinosa, Citlalli Hernández, Mario Delgado, Bertha Luján, Eloísa Vivanco, Rodrigo Abdala, Alfonso Ramírez Cuéllar, Ignacio Mier Velasco y Ricardo Monreal, tendrán que dar una explicación real a la militancia de Morena sobre las razones que los llevó a imponer y no negociar candidaturas.
Luis Miguel Barbosa, el gobernador de Puebla, venció a sus adversarios internos, pero también externos que se apostaron por su desgracia: Antonio Gali, Alfonso Esparza, Fernando Manzanilla, Julio Scherer, Olga Sánchez Cordero y César Yáñez.
La ecuación es sencilla: su fobia a Barbosa los llevó a la derrota, en lugar de pactar antes y fortalecer la unidad de Morena. Es cierto, la brutal campaña mediática contra Rivera Vivanco fue clave, pero el daño estaba hecho de origen con la exclusión de las cartas barbosistas.
La división de Morena trae aparejada otra realidad. Aquella que pone en bandeja de plata a los opositores empezar a operar en espacios políticos la sucesión del 2024.
Faltan tres años, pero ante la noche de los cuchillos largos que se avecina en Morena con los perdedores acusando traición desde Casa Aguayo, lo único que fomentarán será el desmantelamiento del partido de López Obrador en Puebla.
La clase media, compuesta por sectores afectados por las políticas económicas, sociales, laborales y sanitarias de Morena en el poder, cobró factura.
El voto de castigo que se reflejó en una ola que trastocó la célula de control político de la izquierda en Puebla.
La vieron venir, pero les valió madre. Ahora, pagaron las consecuencias de su soberbia cerrazón.
