Por Valentín Varillas
En estos tiempos de radical cambio político en México, lo que no cambia es el uso faccioso de las instituciones del estado con fines personales o de grupo.
López Obrador y su 4T, tienen una Fiscalía General de la República a modo, la que, por muy autónoma que se venda, está rendida a los caprichos del ejecutivo.
Como antes.
Como siempre.
Utilizando a discreción el sistema de procuración justicia federal, el presidente premia a sus amigos y fustiga a sus enemigos, o a quienes considera que representan un peligro en la consecución de sus objetivos.
Así, la FGR y su titular, Alejandro Gertz Manero, le sirven para garantizar acuerdos con los grupos de facto que son los que realmente mandan en el país, continuar con el pacto de impunidad signado con Peña y los miembros de aquella pandilla que saqueó el país y ahora, para fustigar a los adversarios electorales de Morena que ponen en riesgo su triunfo en el proceso de junio próximo.
La única diferencia es que ahora, esto se hace en nombre del “pueblo” y bajo el manto protector de la falsa moralidad que se vende hoy desde el discurso oficial.
Bienvenidos a la era del “Fiscal Carnal” modelo 4T.
Este término se volvió de uso común en la política nacional hace algunos años, cuando el entonces presidente Peña intentó un albazo legislativo para aprobar el articulo transitorio que permitiría que el entonces titular de la PGR, Raúl Cervantes, se convirtiera automáticamente en Fiscal General de la Nación por un lapso de 9 años.
Es decir : más allá del término de su sexenio.
El objetivo: contar con un incondicional que le cuidara las espaldas al círculo íntimo del titular del ejecutivo federal y garantizara su impunidad.
La maniobra generó el repudio mayoritario de la clase política nacional.
Los más indignados eran los panistas, quienes pedían a gritos que se tomaran las medidas necesarias para garantizar un fiscal autónomo e independiente.
En el discurso púbico, no escatimaron adjetivos para calificar lo anterior como un acto unilateral, autoritario, corrupto y antidemocrático.
Los blanquiazules impidieron inclusive la instalación de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados de aquel período de sesiones.
Marko Cortés, quien en ese tiempo era el coordinador parlamentario del PAN, un personaje que hasta la fecha se atreve a presumir de “congruencia política” en su actuar, era uno de los más duros al momento de declarar ante los medios nacionales sobre las razones del repudio a la “marranada priista”.
Y ¿sabe qué? – tenían razón, toda la razón.
Lástima que los panistas jamás quisieron ver que , antes que Enrique Peña Nieto, un gobernador emanado de su propio partido, Rafael Moreno Valle había sido el auténtico creador del concepto “Fiscal Carnal” y lo aplicó a rajatabla durante su sexenio.
Jamás un miembro de Acción Nacional levantó la mano para fustigar las reformas legales hechas en Puebla para eternizar a Víctor Carrancá como titular de la Fiscalía estatal.
Nadie advirtió los riesgos que esto tenía ni calificó la medida como “autoritaria”, “corrupta” o “antidemocrática”.
Ni siquiera el panismo tradicional, víctima de Moreno Valle, tuvo el valor de hacer una crítica pública a semejante monstruosidad.
Al igual que Peña, Moreno Valle perfiló a uno de los suyos para garantizar impunidad sexenal para él y su corte de cómplices, aduladores y aplaudidores.
Esa pandilla que, como hoy lo hace López Obrador, utilizó las instancias oficiales de para operar vendettas personales.
No les importa que hoy, la poblana, sea la peor Fiscalía del país.
Convertir a los fiscales en gatilleros del mandatario en turno, más allá del nivel de gobierno que se trate, es un crimen social.
Al final de su sexenio, RMV dejó la FGE como la peor del país.
¿Qué dejará AMLO como saldo fatal de su paso por la presidencia en materia de impunidad?