01-05-2024 04:47:24 PM

Onésimo, “el casi poblano”

Por Valentín Varillas

Así como ayer se subió y se bajó, casi de inmediato, de la candidatura a una diputación federal, en su momento, Onésimo Cepeda dejó de pujar para convertirse en el sucesor de Rosendo Huesca como Arzobispo de Puebla.

Y era el favorito.

Contaba ya con la bendición de Norberto Rivera, en ese momento Arzobispo Primado de México.

La llegada de Onésimo a Puebla era simplemente, un pago de facturas.

Y es que, el de Ecatepec, era uno de los amigos personales más cercanos del entonces pontífice, Benedicto XVI 

Cuando el avance de la enfermedad de Juan Pablo II hacía inminente el relevo en la máxima jerarquía católica, Cepeda llevó a Roma al cardenal Norberto Rivera. exclusivamente para cenar con Joseph Ratzinger, en ese momento Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y quien ya para entonces era considerado como el sucesor natural de Karol Woyjtila.

Sobra decir que en el encuentro, el cardenal alemán recibió todo el apoyo no sólo de los jerarcas católicos con derecho a voto en el colegio cardenalicio, sino un auténtico cheque en blanco de la curia mexicana a las acciones que como Papa, decidiera llevar a cabo el cardenal alemán.

Y es que, a pesar de la imagen de unidad que pretendía vender en ese tiempo la Iglesia católica, el nombramiento de Raztinger no era bien visto por los llamados “sectores reformadores”, aquellos que presionaban para que la Iglesia le entrara de lleno a la discusión de temas polémicos como el derecho al aborto, el celibato sacerdotal, la homosexualidad, el uso de anticonceptivos y el acceso de la mujeres al sacerdocio.

Estos grupos, a pesar de que habían sido constantemente censurados y debilitados por el oficialismo vaticano, empezaban a tener mucha fuerza en algunas diócesis de Estados Unidos y de varios países de Europa.

En este contexto, el apoyo incondicional de la arquidiócesis de México- considerada como estratégica en el proceso de fortalecimiento de lo más dogmático del catolicismo mundial- no era cualquier cosa.

A partir de ese encuentro las relaciones entre la Iglesia católica mexicana y El Vaticano fueron inmejorables, al grado de que, poco después, Benedicto XVI anunciaba su intención de realizar un viaje oficial a nuestro país.

Aunque la visita se dio hasta el 2012, el simple anuncio estaba cargado de un simbolismo muy importante.

Al final, sin embargo, algo muy extraño sucedió.

Onésimo ya se sentía, entre su círculo más cercano, más poblano que el mole.

Tenia las maletas echas y la cuenta de banco lista para recibir el cariño del catolicismo angelopolitano.

No contaba con su radicalismo, con ese ultra-conservadursimo extremo que caracteriza  a las buenas conciencias que cuidan la moral y las buenas costumbres en la aldea.

Y es que los católicos poblanos no permitieron que alguien con el perfil de Cepeda se  hiciera cargo de una de las diócesis más fuertes e influyentes del país.

Les incomodaba que estuviera más ocupado en ser figura central en encuentros con lo más granado de la clase política nacional y el Jet Set nacional, que en aquella romántica misión de salvar almas.

No le ayudaba tampoco el que fuera amigo personal de los políticos y empresarios más poderosos de México, ligados con el Partido Revolucionario Institucional, lo que sin duda puso muy nerviosos a lo más conservador del catolicismo poblano y a los más importantes jerarcas de El Yunque.

Así que, apretaron con todo, movieron sus influencias y sobre todo, amenazaron con cerrar la llave del dinero que fluía alegremente a la arquidiócesis de Puebla.

Al final, lograron su objetivo. 

La fallida llegada de Onésimo a Puebla, se parece mucho al inicio del arzobispado del propio Rosendo Huesca, quien nunca pudo ser aceptado totalmente por El Yunque. Después del movimiento de reforma universitaria que derivó en la creación de la UPAEP a principios de los setenta, Rosendo decidió mantener su cátedra en la facultad de psicología de la BUAP, negándose a ser parte de la planta docente de la derechista institución.

Fueron los más dogmáticos quienes por décadas aseguraron que en Puebla tenían un “arzobispo rojillo”.

Los años pasaron y al final, Huesca y Pacheco pudo sobreponerse a todos los obstáculos que le pusieron.

Onésimo no.

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