28-03-2024 01:47:47 AM

Corrupción, versión 4T

Por Valentín Varillas

La alternancia en México nos ha permitido ver cómo, cada gobierno emanado de los distintos partidos políticos, tiene su versión muy particular del concepto “corrupción”.

Una personalísima, muy conveniente, sumamente autocomplaciente y sobre todo, terriblemente ambigua.

La 4T no es la excepción, a pesar de que en el discurso público se maneja obsesivamente que hoy se viven tiempos de cambio político en México.

A más de dos años de gobierno, ha quedado muy clara la bizarra lógica con la que se etiquetan, desde las más altas esferas del poder, a indeseables y a honestos.

La mañanera, ha sido el escaparate por excelencia en donde se exhiben a unos y a otros.

Por ejemplo, los corruptos de ahora son medios y periodistas críticos, empresarios que defienden sus intereses, jueces y poderes que defienden su autonomía y cualquier otro personaje, perfil y hasta elemento natural, que signifique un obstáculo, real o imaginario, voluntario o casual, a la voluntad presidencial.

Todos ellos son sujetos al más estricto escrutinio de sus acciones, dichos, declaraciones y en cadena nacional se han expuesto sin pudor, amplios detalles de su vida pública y privada.

La mayoría de las veces, sobra decirlo, sin ninguna prueba concreta que avale las acusaciones hechas desde el púlpito presidencial.

El juicio ha sido sumario y durísimo.

En cambio, con los suyos, ha sido todo lo contrario

La otra mano de AMLO, la suave, ha sido generosamente benevolente con el hermano que recibe dinero en efectivo “para la causa” y con las multipropiedades no reportadas en sus declaraciones patrimoniales, por un par de importantes e influyentes miembros de su círculo cercano; por ejemplo.

También, con una ex –atleta parte de su gabinete, que lejos de promover el deporte, se ha dedicado a saquear sin pudor alguno las arcas del erario.

Sume al superdelegado que hace millonarios contratos al amparo del poder en Jalisco, además de los cuates y promotores que reciben múltiples beneficios, más allá de la severa política de austeridad que se ensaya para algunos, los “otros”, los que a pesar de haber sumado a la llegada de la 4T, jamás podrán acceder a las verdaderas mieles del poder.

La cereza del pastel: el candidato a gobernador impuesto a sangre y fuego desde la oficina principal de Palacio Nacional, a pesar de las acusaciones de violación y acoso sexual en su contra.

Nada de esto, en la óptica oficial, se acerca siquiera al concepto de corrupción.

Tampoco aquellos casos de gran repercusión mediática, pero nulo impacto jurídico, que evidencian la vigencia del pacto de impunidad signado con el pasado reciente.

Los Lozoya, Cienfuegos y Romero Deschamps, quienes gozan de un trato privilegiado por parte de un presidente que jura y perjura haber acabado con la corrupción.

Es, otra vez, aquella vieja paja en el ojo ajeno, que les impide ver la viga en el propio.

Es, de nueva cuenta, el “hágase la justicia, sobre los bueyes de mi compadre”.

 

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