24-11-2024 12:30:11 AM

Simbolismos que matan

Por Valentín Varillas

Dos imágenes quedarán para la posteridad, cuando llegue el inevitable balance del papel que jugó el actual gobierno federal durante la pandemia.

La primera, contundente, demoledora, es la del presidente más legítimo de la historia, el más popular, al que llevamos a lo más alto del poder político con más de treinta millones de votos, siempre renuente al uso del cubrebocas.

Aquel que, hoy no cabe la menor duda, se ha convertido en el arma personal más eficiente en contra de los contagios.

El que también ha sido utilizado como efectiva herramienta de concientización social, por todos, absolutamente todos los líderes mundiales que enfrentan el reto más grande en la historia moderna de sus respectivos países.

Aquí, el surrealismo oficial lo convirtió en una bandera política.

Así de banal, así de pueril.

Nuestro presidente se subió al ring político y lo utilizó como escudo en una de sus tantas e inútiles cruzadas en contra de sus imaginarios fantasmas, aquellos quijotescos molinos de viento contra los que lucha todos los días.

En su muy particular y poco realista lógica, si se lo ponía perdía y por lo mismo, ganaban sus enemigos políticos.

Paralelamente, el gobierno que encabeza destina miles de millones de pesos en campañas publicitarias que pretenden masificar precisamente eso que él no hace: utilizar el cubrebocas.

De locos.

La otra imagen, destinada ya desde ahora a permanecer grabada para siempre en el imaginario colectivo nacional, es la de López Gatell vacacionando alegremente, mientras –otra vez- él mismo y sus subordinados llamaron al confinamiento durante este período de fin de año.

El “quédate en casa” se reforzó como nunca, ante el aumento exponencial de contagios y el consecuente colapso de los servicios hospitalarios en todo el país.

El asueto del funcionario se da al mismo tiempo en el que miles de doctores, enfermeras, camilleros y demás, los que sí están en la primera línea de batalla, llevan meses sacrificando tiempo con su familia y no pueden ni siquiera soñar con tomarse unos días de vacaciones.

Lo anterior se da, en el país que lleva el penoso récord de más profesionales de la salud muertos en el desempeño de su deber en todo el mundo.

Criminal.

Sí, es un hecho que AMLO y López Gatell son seres humanos con necesidades, fallas, filias y fobias.

Pero también lo es el que ellos decidieran optar por dedicarse

al servicio público al más alto nivel, al ejercicio de gobierno, con los derechos sí, pero también con las obligaciones y limitantes que vienen con los cargos.

Predicar con el ejemplo es una de ellas quizás la más básica, la más elemental y en la que – sin duda alguna- han fracasado de manera monumental.    

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