Por Valentín Varillas
El primer día de abril, del año 2016, el entonces gobernador Rafael Moreno Valle grabó un video en donde le mandaba un enérgico mensaje al aspirante presidencial Donald Trump.
En él, criticaba el anuncio hecho por el republicano, en el sentido de construir un muro en la frontera entre México y Estados Unidos como medida para controlar el fenómeno migratorio, cuyo costo correría a cargo del gobierno de nuestro país.
Tomando como bandera la supuesta defensa de los intereses de los cientos de miles de poblanos que viven del otro lado de la frontera, en este acto de burda propaganda personal, lo invitaba a seguir el ejemplo de Ronald Reagan, tan admirado por Trump, el cual fue fundamental para el derribo del muro de Berlín.
Además, en el colmo del absurdo, el poblano le recomendaba dejar a un lado el discurso de resentimiento, odio e insultos, que caracterizaban en ese momento su retórica de campaña.
¿Qué le diría Moreno Valle a Trump en esta coyuntura?
¿Qué reconociera su derrota en las urnas?
¿Qué se vistiera con el traje de demócrata?
Ese que, como gobernador, nunca quiso probarse.
Seguramente le aconsejaría respetar el andamiaje institucional y asumir que la voluntad de la mayoría no le favorece.
¿Tendría Rafael la calidad moral para hacer semejantes recomendaciones?
Si tomamos como medida de referencia lo que pasó en la elección a gobernador de Puebla en el 2018, seguramente no.
Aquí se llevaron a cabo acciones que distan mucho del concepto básico de democracia.
Una elección por definición inequitativa, en donde la constante fue la operación electoral y de millonarios recursos, desde el gobierno del estado, con fines partidistas.
Además, fue evidente la cooptación de las autoridades electorales locales, para favorecer los intereses del entonces grupo en el poder.
Súmele los actos de violencia el día de la elección, que pretendían inhibir la participación ciudadana masiva en el proceso: gente armada en las casillas y el descarado robo de urnas.
Todo el aparato oficial sumando a la continuidad del morenovallismo.
Luego, la más burda alquimia electoral.
Esa que arrojó resultados tan inverosímiles como las derrotas contundentes en los municipios más importantes del estado, en la mayoría del congreso local, las diputaciones federales y la fórmula que compitió por el senado, pero que les redituaba un triunfo “inobjetable” en la gubernatura del estado.
La danza de los millones y las presiones desde todos los frentes de la vida pública nacional, rondaron a la mayoría de los magistrados del Tribunal Federal Electoral, quienes le dieron forma a uno de los más controvertidos y bizarros fallos en la historia de la política mexicana.
Esas sí fueron irregularidades.
No las que asegura Trump, sucedieron en la elección norteamericana y que utiliza convenencieramente para no reconocer su derrota.
El ficticio escenario hubiera sido más que surrealista.
¿Se imagina?
Un anti-demócrata comprobado, pretendiendo dar cátedra sobre procesos electorales a otro igual o peor que él.