25-04-2024 11:17:53 AM

El menos peor

Por Valentín Varillas

 

¿El mejor o el peor gobierno para enfrentar el peor momento en la historia moderna del país?

Este cuestionamiento se ha convertido en el eje central de la disputa política nacional.

El discurso público se nutre de opiniones de lo más diverso, dependiendo del signo ideológico o bien de la conveniencia de quienes la emiten.

Al final, sin respuestas evidentes y concretas, queda como saldo un mayor grado de polarización.

Una división atípica entre mexicanos, que peligrosamente se sigue fomentado desde prácticamente todos los ámbitos, públicos y privados.

Ahora bien, el cuestionamiento no solo es pertinente: en este contexto se vuelve obligatorio y deseable.

Pero se debe ir más allá.

No solo preguntarnos qué clase de gobierno tenemos en momentos críticos para todos, sino también qué tipo de oposición existe en estos momentos en México.

Revisar quiénes la encabezan y analizar si en su momento dieron los resultados que ahora exigen.

Analizar si tienen un proyecto propio, claro, concreto de nación o si su único aporte a la política nacional se centra en la crítica constante, obsesiva de todo lo que hacen quienes hoy tienen la responsabilidad de gobernar.

El resultado de aplicar un ejercicio así, no los dejaría bien parados.

Y es que el México de hoy vive presa de una terrible fatalidad.

Un gobierno que habla únicamente del saldo nocivo de los sexenios anteriores y su contraparte, que se define únicamente a partir del señalamiento de los yerros y omisiones del presente.

Vaya escenario oscuro para los ciudadanos.

La mediocridad más absoluta, como única opción.

Esta realidad no es nueva.

Las grandes transformaciones en lo político, se han dado bajo la lógica del hartazgo, por el castigo a quienes traicionaron la confianza expresada a través del voto mayoritario y no de optar por las mejores propuestas o perfiles.

Un utilitarismo aritmético que sigue vigente hasta la fecha.

La llegada de Fox al poder se dio por el repudio casi unánime a 70 años de régimen de partido único.

“Sacar al PRI de Los Pinos”, era la consigna y bajo esa lógica se votó por el único capaz de cambiar al partido en el gobierno, no al más capaz para llevar las riendas del país.

Después de dos sexenios panistas, lo mismo.

La decepción nos llevó a la amnesia y bajo la falsa promesa de hacer las cosas diferentes, la mayoría de los votantes optaron por el regreso del tricolor.

Así nos fue.

Nuevamente la ineptitud para gobernar y la institucionalización de la corrupción como sello característico de una administración rapaz, fueron los saldos.

La llegada de AMLO al poder bajo la misma lógica.

Habiendo probado a tricolores y blanquiazules, optar por quien en teoría no repetiría errores y excesos del pasado.

El único al que no podía reprochársele nada, porque hasta el 208 lo había perdido casi todo.

La permanente esperanza de cambio y el más contundente rechazo a los regímenes anteriores, le dieron forma  al presidente más legítimo y votado de la historia.

33 millones de votos en contra de la continuidad de partidos y candidatos que fueron parte de una forma y un estilo de gobernar, pero no necesariamente de quien puso sobre la mesa el mejor proyecto de nación.

Tal vez duela reconocerlo, pero en México hemos vivido condenados a la lógica del “menos peor” y no del mejor al momento de decidir el sentido de nuestro voto.

Vaya fatalidad.

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