Por Alejandro Mondragón
Bien posicionado en el tercer lugar de las preferencias electorales y con el estigma de la corrupción que salpicará a todos, el PRI en Puebla juega a ser en la próxima elección el partido que incline la balanza.
Ya sin el morenovallismo como eje articulador de su futuro en la entidad, los priistas enfrentan otro problema: el Partido Verde Ecologista ya no juega con ellos, ahora está en los brazos de Morena.
Venderse al morenovallismo le trajo un alto costo al PRI poblano, pues sus principales liderazgos también están marcados por un grupo que supo darle al regreso del tricolor a Los Pinos lo suyo: moches por las mega obras.
El encontronazo que habrá entre Morena y el PAN puede abrir una línea delgada al PRI para colarse en posiciones en los ayuntamientos y el Congreso del Estado.
No habrá priista que no busque ahora sí ensuciarse los zapatos para obtener una candidatura. Unos pelearán alcaldías para quedarse con diputaciones, pero lo cierto es que el fantasma de Lozoya-Peña Nieto para permear en la campaña.
El PRI sufre de anemia económica y fobia de los votantes a su causa, aunque Morena no ofrezca una opción real de gobierno con la 4T y el PAN tenga hoy en el morenovallismo todo un lastre.
Si la dirigencia nacional, con la complicidad de la local, se suma al PAN para llevarle las contras a Andrés Manuel López Obrador y Luis Miguel Barbosa, sin duda que confirmará sospechas de formar parte de la cómplice corrupción con el panismo, partido que lo traerá en el cabuz de su tren o trasero de sus dirigentes.
El PRI hoy simplemente es intrascendente en Puebla, porque todavía juega a las cuotas, a las posiciones para ganar candidaturas y no se plantea una reconversión de lo que dejó de hacer el partido.
Se paga, simplemente, el costo de ser el palero y cómplice del morenovallismo. De nada servirá presentarse como el feroz crítico de Morena en Puebla cuando su pasado lo persigue.
