28-03-2024 08:43:05 AM

Primero los cuates

Por Valentín Varillas

Otra vez, el presidente López Obrador y su gobierno nos enseñan que sus amistades y complicidades están hoy por sobre todas las cosas.

Inclusive por encima de aquellos pobres que asegura son su primerísima prioridad y por quienes lo acompañan en esta aventura de llevar a buen puerto la 4ª Transformación Nacional.

La compra de ventiladores para atender la pandemia, hecha a una empresa propiedad del hijo del titular de la CFE, Manuel Bartlett, es otro ejemplo de lo anterior.

La transacción hecha por el gobierno mexicano a través del IMSS a Cyber Robotics afecta de manera importante las finanzas nacionales.

El sobreprecio es atroz.

Hasta un 75% por arriba de lo que tendrían que haber costado.

La explicación oficial es todavía más penosa: se compraron en esas condiciones por ser la única empresa que garantizaba la entrega inmediata de los insumos.

Y es que, de ser cierto lo anterior, se echa por tierra aquello de que la administración de López Obrador se preparó con mucho tiempo para atacar la pandemia.

Hasta el cansancio, en prácticamente cada mañanera, el propio presidente se jacta de haber ido un paso delante del resto de los países del planeta en el tema de la definición y operación de políticas públicas encaminadas a la prevención sanitaria.

De haber sido esto verdad, el proceso administrativo y burocrático para la compra de los ventiladores y otros productos indispensables para la prevención y la atención de enfermos graves, debió llevarse  a cabo desde hace varias semanas.

Ahí estuvieron, como cruel espejo, los casos de países que vivieron las fases de la pandemia mucho antes que el nuestro y de cuyas experiencias, buenas y malas, íbamos a aprender.

No fue así.

La avaricia y el signo de pesos siguen estando ligadas al ejercicio del poder político, inclusive en estos tiempos en donde se supone, todo cambiaría.

Este hecho aniquila también aquel trillado discurso de la austeridad republicana, de la pobreza franciscana que tanto le gusta ensayar al jefe del ejecutivo federal.

El país sí tiene dinero para beneficiar a empresas propiedad de uno de los suyos.

Como en tiempos de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, Peña y demás.

Como siempre, en cualquier momento histórico del país que usted elija.

En este contexto ¿qué pensarán los trabajadores al servicio del Estado mexicano?

Esos a los que amablemente se les “invita” a aceptar una reducción importante del sueldo que devengan por su valioso trabajo.

A los que también les han recomendado renunciar a prestaciones de ley como el pago del aguinaldo para amarrarse el cinturón y sentar aquel mentiroso precedente de que, ahora sí, antes que nadie, es el gobierno el que se amarra el cinturón.

Vaya injusticia.

Vaya maniqueísmo.

Habrá que repensar ahora aquella romántica frase que AMLO ha utilizado hasta la saciedad, en tres elecciones presidenciales y ahora como sello particular de su gobierno.

Esa que reza que “por el bien de todos, primero los pobres”.

¿Será?

¿Realmente empata tan optimista slogan con la contundente realidad?

Los pobres en México tal vez si son importantes para López Obrador, pero sin duda están en la fila e las prioridades atrás de los Bartlett, Salinas Pliego, Riobóo, Lomelí, Slim y demás.

 

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