26-04-2024 04:39:45 AM

La oposición, en el hoyo

Por Valentín Varillas

Los opositores al gobierno de López Obrador están hechos pedazos.

No lo dicen, jamás lo reconocerían, pero es evidente.

Una pequeña muestra de que de plano no tienen rumbo, fue el efímero nombramiento de Javier Lozano como “vocero especial” de la Coparmex, el organismo patronal que sin duda representa a la más rancia derecha nacional.

En teoría, el poblano le plantaría cara en medios y redes sociales al presidente, sus principales colaboradores y aliados, y en general a cualquier simpatizante de peso de la famosa 4T.

Sobre todo ahora, que la “conferencitis” oficial ha alcanzado también niveles de pandemia, con horas y horas destinadas, más que a informar y transparentar las acciones de gobierno, a fijar la agenda mediática nacional.

Ni un día siquiera duró en el encargo.

Apenas unas cuantas horas se necesitaron para que iniciara un proceso de canibalismo interno, que tuvo como penoso desenlace el que se diera marcha atrás a la decisión.

El tema puede ser de forma, pero refleja el verdadero fondo de la realidad opositora mexicana.

Si ni siquiera son capaces de organizarse para determinar quién, cómo y cuándo contrarrestar los puntos finos de la retórica gubernamental, se ve francamente imposible que puedan darle forma a un proyecto político serio, estructurado, organizado, propositivo, que compita contra el grupo político en el poder por la presidencia en el 2024.

Es más, es evidente que no tienen un gallo al que pudieran empezar a preparara para la contienda.

No se ve en esta flaca caballada, alguien con los tamaños y el liderazgo suficientes para por lo menos ser competitivo en el terreno electoral.

Y esto, sin duda, es una auténtica tragedia nacional.

No porque exista una comunión ideológica con ellos.

Para nada.

Mucho menos porque el país necesite gobiernos como los que en su momento encabezaron.

El peligro de no tener una oposición fuerte en estos tiempos, es que no existen los contrapesos necesarios que naturalmente obligan a los gobiernos a ser mejores.

Sin un riesgo real, latente, de perder el poder, llega el exceso de confianza y se fortalecen la tentación autoritaria.

La competencia obliga a un mejor desempeño en muchos aspectos de la vida y la política, sin duda, es uno de ellos.

En este contexto, los que están ahora pueden tirarse a la hamaca, nadar de muertito y esperar simplemente a que sus adversarios terminen por ahogarse en las profundas aguas de la mediocridad en la que actualmente nadan.

Y lo peor: no se ve para cuando puedan salir a flote.

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