23-11-2024 02:24:08 PM

Infierno educativo: a distancia

Por Valentín Varillas

El modelo educativo a distancia que se aplica ante la pandemia del coronavirus que se vive actualmente, por lo menos en el caso de México, se ha convertido en un factor de tensión adicional que dificulta el confinamiento.

Si de por sí los niveles de estrés, derivados de las restricciones que contempla la Emergencia Sanitaria son altos, el cumplir con los requisitos escolares que han determinado las distintas instituciones educativas, en sus diferentes niveles, los han disparado.

Sin duda debe haber matices, pero la asignación de tareas y trabajos en la mayoría de las escuelas y universidades, han sobrepasado los tiempos y la capacidad de respuesta de los alumnos y padres de familia.

Es evidente que la Secretaría de Educación Pública ha determinado esta exigencia a las instituciones públicas y privadas del país, las que a su vez  la han transmitido a su personal docente, que lo traduce en la carga académica que tienen que cumplir niños y jóvenes.

Las restricciones del modelo son evidentes.

Los padres de familia no cuentan con la capacitación ni con las herramientas necesarias para una efectiva transmisión de conocimientos.

En algunos casos, tampoco con el tiempo necesario para apoyar el proceso educativo en estos momentos de crisis sanitaria.

Muchos tienen que dedicarle horas enteras a las exigencias del modelo Home-Office implementado por las empresas en donde trabajan.

Otros más, al dedicarse a sectores considerados como “esenciales”, siguen laborando normalmente en sus centros de trabajo, cumpliendo un horario estricto en términos de horas diarias.

Cada vez son más los hogares mexicanos en donde, ya sea por una necesidad económica o de realización personal, papá y mamá trabajan, lo que los imposibilita a dedicarle horas enteras a apoyar a sus hijos y llevarlos de la mano en estos muy complicados y sui-géneris tiempos.

Muchos, inclusive, no cuentan con una computadora, un dispositivo móvil o un servicio de internet en casa.

Insisto, hay escuelas que lo han entendido muy bien y han moderado su carga de trabajo.

Otras, por el contrario, pretenden imponer exigencias académicas idénticas a las del modo presencial.

No hay manera.

La curva de aprendizaje para todos ha sido lenta y dolorosa.

Sobre todo por el nivel de angustia en el que podrían caer menores que de por sí tienen que vivir diariamente con las restricciones del confinamiento.

Las consecuencias, más allá del tema escolar, pueden ser muy graves para ellos.

Preocupación, miedo inseguridad y sobre todo, una fuente constante de conflictos en la relación padres-hijos.

Una tormenta perfecta en tiempos sumamente complicados.

No se trata de fomentar la flojera, ni mucho menos.

Simplemente de moderar exigencias, flexibilizar criterios y empatar necesidades, mientras todo vuelve a la normalidad.

Países como Italia y España han asimilado lo anterior.

Han decidido suspender la carga escolar, aprobar a todos los alumnos en el nivel primaria y definir semanas durante el verano, en donde los escolares tendrán la oportunidad de “regularizarse” y obtener, ya en el modelo tradicional, los conocimientos necesarios para poder enfrentar los retos del siguiente año escolar.

Han entendido que no vale la pena arriesgar lo más por lo menos.

Que la tranquilidad de sus estudiantes, su paz interior y la oportunidad de aprovechar el confinamiento para reforzar lazos y mejorar las relaciones familiares, es mucho más importante que todo lo demás.

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