Por Valentín Varillas
De ser enemigos políticos irreconciliables, se han convertido –en tiempo récord- en aliados incondicionales.
Hoy forman un bloque de facto en el congreso del estado, que tiene el objetivo único de abonar cualquier cosa que esté a su alcance, para lograr beneficios concretos para la 4T poblana.
Todo lo hablan, todo lo acuerdan; públicamente y por debajo del agua.
El amarre es más que evidente, no les interesa el cuidado de las más elementales formas.
Gabriel Biestro y Marcelo García Almaguer, juran en privado que va a haber beneficios concretos para ambos, como producto de tan aberrante amarre.
Sobre todo si el primero consigue colarse como candidato a la alcaldía de Puebla.
Y para ello trabajan de manera conjunta.
De la misma forma en la que se operaba la estrategia encaminada a posicionar a Moreno Valle como el mejor gobernante del país y a “su Puebla” como ejemplo de modernidad, así se va a intentar vender al diputado Biestro como la panacea para resolver los complicadísimos problemas que tiene la ciudad capital.
Si realmente el trabajo que va a llevar a cabo García Almaguer tiene como objetivo elevar los niveles de conocimiento e intención de voto del líder del legislativo poblano, a niveles tales que se vuelva un producto electoral competitivo para la elección del 2021, el reto parece titánico, monumental, casi imposible.
Si bien como partido político, Morena tiene un buen posicionamiento en prácticamente todas las encuestas y sondeos de opinión que se hacen para ubicar a los contendientes del proceso del próximo año, al momento de ponerle nombre y rostro al potencial candidato, es otra la realidad.
Con cualquiera de los perfiles que se han manejado hasta el momento como “probables”, los números del partido en el poder bajan de manera importante.
Y con Biestro no es la excepción.
La tendencia seguramente seguirá a la baja y se mantendrá así hasta el día de la elección, por el desgaste natural y acelerado que se da, simplemente, por el ejercicio de gobierno.
Se ve que el apetito político del veracruzano es tal, que no le importa aliarse con quien sea, con tal de que le den esperanzas a su proyecto personal.
Mucho menos, con quien diseñó y operó la guerra sucia mediática en contra de Miguel Barbosa en la coyuntura electoral del 2018.
Aquella en donde no les importó meterse en cuestiones de tipo personal, que iban mucho más allá de los alcances de la lucha política.
No tiene empacho en pactar con quien, históricamente, ha hecho de la traición su sello característico, su tarjeta de presentación.
Pregunte en el PAN, o bien en lo que queda del círculo íntimo del extinto Rafael Moreno Valle.
Hoy, con tal de pactar condiciones de impunidad y de una potencial supervivencia política, el famoso Chelo está dispuesto a todo.
Biestro y sus aplaudidores no quieren acordarse de que este personaje representa lo que en su momento tanto criticaron y que en teoría también repudiaron.
Esa forma de hacer política y de ser gobierno contra la cual lucharon desde distintas trincheras y cuya crítica es hoy la columna vertebral de la actual retórica pública.
Vaya pragmatismo.
Vaya monumental falta de congruencia.
Y luego por qué, pasa lo que pasa.