Por Abel Pérez Rojas
El número dos de Filigramma, la revista del Círculo de Escritores Sabersinfin, ha sido un buen motivo para reflexionar en torno al valor de emprender algo para aprender.
A continuación, te platico a lo que me refiero.
Como recordarás, en diciembre presentamos el primer número de Filigramma, en aquella ocasión escribí en torno a cómo es que lo artesanal representa oxígeno en medio de la maraña propiciada por el apabullante predominio de lo tecnológico.
Hice hincapié en el valor de un proyecto colectivo centrado en el saber, pues una labor como esta siempre lleva aparejadas sorpresas en el camino, provenientes de la convivencia fraterna, el trabajo colaborativo, el desarrollo de tareas solidarias, el análisis, el diálogo y -anticipándome a lo que suele ser inherente a toda actividad humana-, los yerros, que casi siempre es de lo que más se aprende.
Después de recibir la retroalimentación del público y de los compañeros del Círculo, llegamos a la conclusión que el primer número de Filigramma había sido una obra con mucho corazón, con interesantes textos, pero con una presencia escolar.
Por ello, gracias a la disposición de todos, modificamos parte de la ruta de elaboración de la revista, sorteamos las dificultades que se presentaron y confiamos en que en el trayecto “algo” sucedería que nos acercara al propósito de lograr una revista a la altura de sus colaboradores y de la audiencia.
En el camino se sumó a Filigramma la labor del semiólogo venezolano Luis Manuel Pimentel y la lente del fotógrafo poblano Arturo López.
A ello agregamos la orientación de nuestros amigos impresores y el resultado fue dar un gran paso en lo que queremos hacer de Filigramma.
Haciendo la metalectura de todo esto faltaba dar la orientación en torno a la educación permanente.
La medida del progreso entre el primer y segundo número de Filigramma puede apreciarse contrastando ambos ejemplares.
Cuando ponemos uno junto al otro está por demás decir y enumerar las diferencias, pero lo que es más relevante es atender cómo fue que dimos ese viraje, de qué tuvimos que echar mano, en qué confiamos, que miedos vencimos, en qué nos quedamos cortos, cuáles fueron nuevamente nuestros errores y, por supuesto, hacia dónde queremos progresar.
Ahora, tenemos dos elementos para contrastar, el primer y segundo número de nuestra revista, con lo cual podemos colocar un tercer punto en el futuro, de tal manera que “triangulemos” lo que venimos haciendo.
Es decir, la ruta que hemos emprendido como colectivo literario centrado en el saber es la de aprender haciendo, contrastando nuestros pasos anteriores entre sí y con los que queremos dar.
Claro que no todo es empírico, desaprovecharíamos gran parte de nuestro potencial si sólo atendemos a la “prueba – error”, a lo que me refiero es que no podemos quedarnos paralizados sólo pensando sobre nuestros yerros, tenemos siempre que atrevernos a realizar los ajustes que sean necesarios en el camino y atender a nuestros referentes teóricos, como en este caso a la educación permanente.
De alguna manera, Filigramma nos dio la oportunidad de retomar elementos de la investigación-acción y puedo anticipar que nos abre paso a adoptar estrategias formativas centradas en el aprendizaje solidario.
En fin, más adelante te compartiré más de lo que estamos aprendiendo en el Círculo de Escritores Sabersinfin.
Nos vemos la próxima semana. Te espero.