Por Valentín Varillas
Ya es oficial; los opositores a Morena se concentrarán en el sector empresarial y en buscar en su interior caras nuevas que vengan a oxigenar el viciado ambiente de la vida pública del estado.
Cobijados potencialmente por una coalición de partidos, los hombres del dinero serán tentados por el canto de las sirenas del poder político, en un intento desesperado por no quedarse rezagados en la lucha por las presidencias municipales y el pleno del congreso estatal el próximo año.
Difícil disyuntiva para quien quiera entrarle al “toro”, si la decisión se analiza bajo la óptica de cómo se encuentra actualmente concentrado el control político en el estado.
Sin embargo, un argumento que pudiera ser utilizado en el proceso de convencimiento, tiene que ver con aquellos números que en su momento mostraron una caída en picada del voto a favor del Movimiento de Regeneración Nacional y la apuesta para que esta tendencia se mantenga hasta el día de la elección.
Seguramente, como lo han venido haciendo a la fecha, desde sus respectivas trincheras, partidos y potenciales candidatos harán lo posible por sumar al desgaste de los gobiernos emanados de Morena.
Aunque, lo que realmente puede ser fundamental para que algún empresario decida embarcarse en una aventura política de alto riesgo, es la ventaja competitiva que pudieran obtener para su proyecto, desde instancias completamente ajenas a Puebla.
Jalisco, por ejemplo.
La capacidad de operación electoral y de recursos desde el búnker de Enrique Alfaro, está siendo un argumento de peso que en corto ya se está manejando como una realidad.
Ya vimos la mano del mandatario estatal y compañía, interviniendo en la elección extraordinaria del año pasado a favor de Enrique Cárdenas, quien al final tuvo números mucho mejores que los que todas las encuestas pronosticaban.
Alfaro quiere erigirse como la figura nacional opositora a López Obrador por antonomasia y perfilarse así como contendiente del oficialismo en la presidencial del 2024.
Colgarse la medalla de algún potencial triunfo importante en Puebla, en donde Morena gobierna el estado, los principales ayuntamientos y tiene la mayoría legislativa, puede ser una muy buena carta de presentación.
Y para ello, Alfaro echa mano de un poblano que se ha convertido en uno de sus incondicionales: Fernando Morales.
El hijo de Melquiades hoy cabildea con tirios y troyanos para tratar de sumar a quien sea a lo que ya llama “la cruzada para recuperar Puebla”.
Jura que todos caben en el proyecto, que nadie está excluido de ser convocado.
Desde los damnificados por la muerte del morenovallismo como grupo político, hasta quienes, a pesar de su pertenencia a Morena, se sintieron maltratados por la forma en la cual -desde la cúpula partidista- se tomaron decisiones importantes en las más recientes coyunturas electorales.
Más allá de los argumentos de “venta” que utilice Morales Martínez para sumar adeptos, habría que ver si en la política poblana existe todavía alguien que le crea.
Ahí está el verdadero reto.