Por Alejandro Mondragón
En la elección del nuevo fiscal, que no será otro más que Gilberto Higuera Bernal, radica la falta de celeridad en el inicio de procesos legales contra morenovallistas y panistas que incurrieron en palpables caso de corrupción en Puebla.
El punto es que dentro del proceso legislativo para nombrar al nuevo titular de la Fiscalía General de Puebla se requiere de las dos terceras partes de los votos; es decir, 27 sufragios que no tiene Morena y sus aliados en el Congreso del Estado.
Impensable que los diputados morenovallistas voten como víctimas a favor de su futuro verdugo, aunque en una de esas lo hacen. Ya los conoce.
Si los panistas esperan un fiscal carnal, pues seguro enfrentarán a Caín, no a Abel.
Lo cierto es que ya desde hace meses se tienen documentados diversos casos de corrupción que han pasado por la Consejería Jurídica y la propia Fiscalía.
Hasta que el Congreso elija al fiscal, entonces se acelerarán los procesos, antes nada.
Al final de cuentas lo que se requiere es que la Fiscalía y su titular amarren bien los expedientes para evitar fugas.
Higuera Bernal, también hay que decirlo, llegó a esa posición por el respaldo del morenovallismo y el propio ex mandatario Antonio Gali.
Con Luis Miguel Barbosa pareció que Gilberto tendría la misma suerte que los titulares de la Auditoría Superior del Estado y Derechos Humanos.
No fue así porque hubo el compromiso de actuar con apego a Derecho, pero sin importar nombres y apellidos.
Higuera Bernal será el fiscal y en el ejercicio deberá de demostrar si asume su compromiso, no con el pasado, sino con el presente para tener futuro.
