Por Alejandro Mondragón
En campaña, el gobernador Luis Miguel Barbosa, dejó muy en claro que el desmantelamiento del modelo de negocio del morenovallismo, pasaba irremediablemente por la concesión del servicio de Agua Potable.
Sí, ese sistema que se licitó a una empresa, se entregó a otra y acabó por manejarla una tercera, razón por la cual se estaría ya planteando un proceso de revocación de la concesión, pero no es así.
El gobernador ha asegurado que no le debe nada a nadie y que desmantelará legal y económico a los beneficiarios de las concesiones del Estado.
La privatización del servicio no sólo empeoró, sino que se encuentra atrapada en la sospecha de la transa y el tráfico de influencias.
Once días después de “ganar” la licitación, los beneficiarios crearon una empresa: Concesiones Integrales, asociada a EPCOR y TICSA, para el cobro del servicio.
Pero ante la falta de solvencia para pagar los 415 millones de dólares que costó la concesión a 30 años, se recurrió al financiamiento, vía un Fideicomiso del grupo Hermes, ligado a Banorte, entidad que terminó por asumir el control del agua.
En otras palabras, la empresa que ganó la licitación, no fue la que operó ni la que al final se quedó con el millonario negocio.
Es decir, el entonces gobernador Rafael Moreno Valle le entregó la concesión a la familia Gutiérrez Cortina, quien a su vez terminó por dejársela a Carlos Hank Rhon, personaje muy cercano a la familia morenovallista.
En realidad, el Soapap fue saneado antes de su concesión, pues tenía activos totales por 9 mil 140 millones 222 mil 103 pesos con 83 centavos. La deuda del organismo había bajado 70 por ciento y la recaudación repuntaba anualmente 36 por ciento.
El control del agua potable en Puebla, la tiene Hank Rohn, sin pagar nada, sólo ser el financiero del proyecto, a quien le cubren sus jugosas mensualidades en intereses.
Desde la concesión a particulares, el Soapap quedó como oficina para garantizar que se cumplieran los acuerdos de inversión en infraestructura y ha usufructuado 700 millones de pesos anuales, sin que se reflejen en mejoras. La Conagua ha sido complaciente.
Este caso se puede multiplicar en otras concesiones y proyectos de obra del sexenio pasado, donde la empresa que ganó, ni operó nada y un tercero se quedó con todo. Ese consorcio o empresario siempre ligado a la familia morenovallista.
¿Le jalará el gobierno, los bigotes al señor Hank?