24-11-2024 07:49:32 PM

Atlixcáyotl, la pista de la impunidad

Por Valentín Varillas

 

Llevan así cerca de siete años y nadie los para.

Vamos, ni siquiera los molestan.

Son auténticamente intocables, los verdaderos dueños de la calle.

Por lo menos dos veces por semana, en días de poca circulación (lunes o martes) y después de las 12:30 de la madrugada, la vía Atlixcáyotl sufre una drástica transformación de autopista pública a circuito particular para correr motocicletas.

En este lugar circulan a toda velocidad las Ducati, las Harley Davidson y algunas japonesas como Suzuki o Kawasaki, en carreras “parejeras” que empiezan desde 300 mts. antes de la caseta de cobro y que terminan pasando el Centro Comercial Angelópolis.

Testigos aseguran que, lejos de la faramalla que caracteriza a los famosos arrancones de automóviles, aquí lo que reina es la discreción y el hermetismo.

No existen masivas concentraciones de espectadores, ni cierre de calles, mucho menos consumo de bebidas alcohólicas o peleas entre los participantes.

Lo que sí se maneja y a raudales, son grandes cantidades de dinero con las que se cruzan apuestas.

El nivel de organización es alto al igual que el cuidado de los detalles, con el objetivo único de no llamar la atención.

Sin embargo, el ruido de los motores a esa hora resulta ensordecedor, lo que motivó a un grupo de ciudadanos a investigar de qué se trataba.

Lo curioso del caso es que las autoridades ni sus luces.

 

A pesar de que en el discurso público se vende la realización de “fuertes operativos” realizados por distintas corporaciones para detectar potenciales conductas delictivas en las principales vías de acceso a la ciudad capital, no han podido darse cuenta de lo anterior.

O no han querido.

Las motocicletas que participan en estas carreras clandestinas tendrían que ser detectadas por las famosas cámaras y radares que son parte del todavía vigente programa de la Foto-Infracción, que funcionan las 24 horas y que a partir de la información que obtienen arrojan elementos suficientes para que las autoridades tomaran cartas en este asunto.

No ha sido así.

¿Quién, o quiénes están detrás de la organización?

Con la seguridad y tranquilidad con la que realizan estos eventos, pareciera que confían en que nunca tendrán que sufrir las consecuencias de infringir la ley.

Es como si estuvieran protegidos por algún poderoso personaje o como si alguno de estos influyentes participara directamente.

Sólo así se entendería el arrojo y la valentía para desafiar a las autoridades.

Si no me cree, intente hacer lo mismo sin la protección oficial y ahí me cuenta cómo le fue.

Y es que, la vara con la que se mide al ciudadano común es distinta.

Como simples mortales, usted y yo tenemos que circular por la Atlixcáyotl cumpliendo escrupulosamente con la ley y respetando, siempre, el límite de velocidad establecido.

De no hacerlo, la inminente foto-multa y su respectivo pago es obligatorio.

Nada ni nadie nos salva.

Además, tenemos que padecer en esta y otras vialidades la insaciable hambre de “mordida” de elementos de Vialidad estatal o de Tránsito municipal, quienes con cualquier pretexto detienen conductores a placer con el objetivo de extorsionarlos.

Nada que ver con ese estado de excepción del que gozan algunos.

Lo dicho: tenemos el vergonzoso honor de vivir en el auténtico paraíso de la impunidad.

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