Por Jesús Manuel Hernández
Para los críticos de Miguel Barbosa, el gabinete que le acompañará sufre de inconsistencias, a partir de que los cambios y renuncias, eso dicen y escriben, es una muestra de improvisación.
La otra crítica que le hacen es que la composición del gabinete es derivada de la integración de algunos valores locales, mezclada con recomendados foráneos y en todos los casos sin el sello Angelopolitano, sobretodo esta versión corrió luego de la carta de renuncia a la invitación a Secretario de Salud del doctor Guillermo Ruiz Argüelles.
Quienes así piensan olvidan algunos escenarios.
Al menos desde Antonio Nava Castillo el gabinete del gobernador ha estado plagado de foráneos, en su caso y en el de Rafael Moreno Valle, el general y doctor, y con mucha presencia de militares o ex militares.
Un común denominador de los gobernadores de Puebla, antes de Melquíades Morales Flores, es que ellos mismos fueron importados, sin arraigo, y lograban la conciliación local con la presidencia municipal y algunas carteras, pero el eje del poder seguía siendo foráneo.
Fue esta una de las circunstancias de la frustración a formar una clase política poblana, fuerte, cohesionada.
Los casos más sonados de funcionarios no poblanos fueron los de Mariano Piña Olaya y Moreno Valle Rosas, quienes impusieron a no poblanos, no arraigados, en el Poder Judicial y el manejo de las finanzas.
Manuel Bartlett designó a Jorge Estefan Chidiac en la Contraloría sin tener la edad necesaria pata tomar posesión.
En el caso de Miguel Barbosa la designación paulatina del gabinete ha sido transparentada, en las anteriores administraciones se hacía unas horas antes luego de intensas negociaciones, en el presente la decantación es de cara a los electores, una nueva forma de hacer política y esa es la primera muestra de cómo será el sentido y el ejercicio del nuevo gobierno.
Los poblanos de ahora, sobre todo los representantes de los grupos de poder económico, debían leer la historia de Puebla.
O por lo menos, así me los parece.