Por Valentín Varillas
El ocupante de la oficina principal de la ex casona de Bucareli no se anduvo con rodeos y fue directo al grano.
Le comunicó directamente y sin ambigüedades a la titular de la SEDATU su molestia por el evento que el subsecretario de la dependencia, Juan Carlos Lastiri Quirós, había llevado a cabo en Puebla apenas un día antes.
Le preguntó si ella había palomeado su realización o si el funcionario federal se había ido por la libre.
Robles Berlanga cerró filas en torno a su hombre de confianza y le metió el pecho a las balas, aceptando que se la había consultado sobre el tema y había accedido a que el acto pre-proselitista se llevara a cabo.
“No eran los tiempos”- contestó Osorio Chong.
Para el encargado de la política interna nacional, resultaba de una torpeza inconcebible el hecho de que, en plena defensa del “triunfo” priista en el Estado de México, un trabajador del gobierno de la República del nivel de Lastiri, llevara a cabo un burdo intento de destape para un proceso electoral local que, en este momento, no es ni siquiera importante para el PRI y mucho menos para el presidente de la República.
Con el tufo del fraude presente en medios de comunicación y redes sociales, el titular de Gobernación esperaba que su dorada burocracia, la que mucho tuvo que ver en la operación electoral y los desvíos de recursos a favor de Alfredo Del Mazo, cerrara filas en torno al Grupo Atlacoumulco y trabajara desde su trinchera para intentar abonar a la legitimidad de un gobernador impuesto y no se dedicara a saciar sus apetitos políticos personales.
“Tenía que haber esperado hasta el término del conteo”-remató.
Pero eso no fue todo, ni siquiera lo peor.
A medida que avanzaba la conversación, Osorio fue cuestionando la forma y el fondo del lanzamiento anticipado del poblano.
De entrada, no le gustó nada la propuesta de que el tricolor lleve a cabo una consulta a la base para elegir a su candidato a la gubernatura.
El método resulta de altísimo riesgo para un partido acostumbrado a la designación de abanderados a través de la imposición y que no está acostumbrado a ser democrático en ninguno de sus procesos de elección, ni de candidaturas, ni de cargos partidistas.
Recordó además los terribles saldos que históricamente le han dejado al PRI los procesos de selección directa: fracturas, divisiones internas, éxodos, la intervención de manos externas y sobre todo, derrotas contundentes en procesos electorales.
Luego, cuestionó la posibilidad de conseguir las famosas 500 mil firmas anunciadas por Lastiri.
Para lograrlas, tendría que sumar en promedio 3 mil firmas diarias desde el día de su destape, algo que de acuerdo a lo niveles de popularidad, conocimiento y confianza que tiene en las encuestas, se antoja poco menos que imposible.
Y ya para el final, guardó lo mejor.
¿Cómo carajos se van a financiar todas las acciones que se necesitan llevar acabo para cumplir con estos objetivos?
¿Quién va a pagar?
Y es que, para acercarse siquiera a lo que se pretende lograr, se necesitarían cerca de 50 millones de pesos mensuales.
¿Los tienen?
¿Quién los pone?
¿O a poco han robado tanto?
Las preguntas, sobra decirlo, quedaron en el aire.
Peor, imposible.