Por Jesús Manuel Hernández
De primera mano se conoce de la molestia dejada entre el grupo compacto de Eduardo Rivera Pérez por las notables ausencias en manifestaciones públicas de apoyo ante la decisión del Congreso del Estado por inhabilitarlo y sancionarlo.
Era de esperarse que Pablito Rodríguez Regordosa y Franco Rodríguez no actuaran a favor de quien en el pasado fue su amigo.
Pero hay otras ausencias notables. Durante muchos años el ingeniero Jorge Ocejo fue un puntal para el equipo de Rivera, impulsó muchas de las acciones de su grupo y trabajó comprometido con ese sector.
Como muestra de amistad Eduardo Rivera llamó a su hijo, Íñigo, a hacerse cargo de un puesto administrativo durante su administración.
Los cercanos le avisaron al presidente sobre los manejos de Ocejo Rojo, pero Rivera guardó silencio. Casos similares sucedieron con otros “avisos”, sobre el comportamiento de Alejandro Fabre Bandini y Amadeo Lara entre otros.
Al inicio de la administración de Rivera, Ocejo Rojo vivía en una residencia alquilada en un fraccionamiento de mediana condición económica, después construyó una casa en el exclusivo fraccionamiento La Misión, residencia que no ocupó por mucho tiempo, poco después de terminar la gestión pública y ante las denuncias contra la administración de Rivera, Íñigo Ocejo, el hijo de Jorge Ocejo, se fue a vivir fuera de México.
De ahí que hoy día los cercanos a Lalo especulen por la ausencia de una manifestación pública de su antes protector y protegido.
El tema viene a colación por la llamada telefónica del diputado panista unas horas antes de la votación en el Congreso para invitar a Rivera a llegar a un acuerdo.
¿Será que Ocejo si llegó a un acuerdo? No sería el único caso, otros importantes líderes del viejo panismo también lo hicieron, el silencio es el ejemplo.
O por lo menos, así me lo parece.