Por Alejandro Mondragón
Apenas concluyó su toma de posesión como gobernador de Puebla, Antonio Gali Fayad se quitó el saco, la corbata y se arremangó la camisa para una nueva campaña.
Una diferencia notable respecto al 2013 y 2016: en el 2018 no estará en la boleta electoral. Su papel se localiza más bien en asumir en pueblos, reuniones sectoriales y encuentros de contacto social que será él y nadie más el jefe de la campaña para lo que viene en Puebla.
Sí, quien tache o palomee las listas de candidatos con la mirada puesta al Congreso del Estado como su prioridad.
En otro estilo de gobernar, Gali hasta registra con un contador digital a las personas que saluda, muuuuuuy diferente a su antecesor que tenía su propio aparato para contabilizar millas tiempo aire.
El activismo del gobernador contrasta notablemente con priistas, panistas, perredistas, panalistas. Quizá los de Morena reportan contrapeso con su movilidad mediática, gracias a la figura de Andrés Manuel López Obrador.
Gali se ha quedado a dormir en Teziutlán, se ha metido a la bola de las cemitas y hasta escucha las canciones de Emmanuel, mientras revisa la agenda de gobierno.
Como en los viejos tiempos de Melquiades Morales de saludar de mano a todos los que se crucen en su camino.
Lo cierto es que asumió que lo suyo será la campaña, sin que él sea candidato a nada.
Se le llama posicionamiento de marca. Eso dicen los que saben, pero ahora la pregunta es ¿para quién?
Ya se lo dijeron del primer círculo del presidente Peña Nieto: eso de ser ciudadano sin partido, siempre será bien visto en el poder.
Ya juega el 2018.
¿Y los demás?
Los priistas de la greña, los panistas en el Estado de México, mientras los de Morena en la cargada.