Por: Valentín Varillas
Al interior del grupo morenovallista se da ya como un hecho la inminente salida de Guillermo Edmundo Bernal Miranda de la Secretaría de Finanzas y Administración.
De cumplirse lo anterior, habría durado menos de un año en uno de los cargos de mayor importancia dentro de la administración pública estatal.
La versión sorprende, ya que el todavía titular de la dependencia era muy bien visto por sus compañeros de gabinete.
Supo unificar criterios a su favor.
Discreto, profesional, efectivo, al margen de grillas políticas y luchas de ego, Bernal llegó a Puebla simple y sencillamente a realizar el trabajo que le fue encomendado.
En teoría, era el perfil perfecto para ponerle la cara al proceso de cierre de sexenio, en lo que al manejo del dinero público se refiere.
Su salida sería una extrañeza, ya que se daría además en un momento en donde se dan los toques finales a la iniciativa de Ley de Ingresos y Presupuesto de Egresos que el ejecutivo enviará al congreso estatal para su aprobación.
Si todo estaba muy bien con Bernal, ¿qué fue lo que pasó?
Juran los enterados que no aguantó ya los malos tratos y las vejaciones, sello característico de este estilo tan peculiar de gobernar, en donde no existe el mínimo respecto por la dignidad humana.
Que en las décadas que lleva dedicado al servicio público, en todos los niveles, jamás se había encontrado con algo así.
Gritos, insultos, faltas de respeto, intromisiones en vida privada y un larguísimo etcétera, sazonan las formas y estilos que hoy se ensayan y que son la columna vertebral del trato con los subordinados.
Tal parece que nadie o casi nadie se salva.
Independientemente de la importancia del cargo, del nivel de responsabilidad, del talento y la capacidad o de la cercanía y la amistad que existan.
Por meses, el gobernador Moreno Valle buscó una figura de prestigio, currículum y buen nombre en las grandes ligas del servicio público nacional, a quien encargarle uno de los asuntos de mayor importancia y más sensibles de su gestión: el cierre de la administración pública estatal.
Mucho más cuando se tiene un proyecto presidencial en el portafolio.
Muchos personajes de probada capacidad fueron buscados insistentemente sin éxito.
La mayoría tenía ya compromisos ineludibles.
Otros, dudaron de la pertinencia de adentrarse a la aventura de sumarse a un proyecto con fecha de caducidad tan próxima.
Bernal le entró y cumplió.
Dejó el consulado mexicano en San Francisco para sumarse a la aventura morenovallista.
Todo indica que la decisión no fue buena para él.
Jamás pensó que su permanencia en el cargo dependería de cuántas humillaciones tendría que soportar.
Es bueno ver que todavía existen algunos, muy pocos, que no están dispuestos a vender su dignidad.
¿Cuántos más pueden presumir de eso?
¿Qué costos están pagando por la permanencia en el cargo?
¿Pueden hoy verse en el espejo con respeto, después de lo que por años han estado dispuestos a aguantar?
