Por: Jesús Manuel Hernández
Desde un principio el equipo de Moreno Valle sacó una conclusión, la presencia de una mujer con posibilidades de ganar se convertiría en un riesgo. “El Negro” fue muy preciso en el tema, Alcalá y Ana Tere, serían ese riesgo.
Y en consecuencia se fueron tomando las decisiones. La primera, poner obstáculos a Ana Tere, que les ha derrotado 14 veces en los tribunales, hasta verse incluida en las boletas.
La segunda generar la percepción de que Blanca Alcalá era la representante del “gober precioso”; al reponerse de la crítica surgió el tema de que había sido negociada, no tendría opción; ante el nuevo fracaso de la estrategia, se incrementó la propaganda negra en su contra, se operó para detener el reparto de publicidad, se le cerraron espacios en espectaculares, programas de radio y televisión, y no se diga la prensa, usada en este caso como un ariete más que subversivo en su contra.
Cada día que pasaba los número se iban cerrando y la preocupación crecía. Las reacciones eran del tamaño del miedo.
Incluso se llegó a soltar el borrego de que Blanca se habría quebrado en un ensayo del debate frente a la conductora designada.
Pese a todo la candidata opositora al régimen continua viva y acercándose en los números al puntero. Nadie duda que Gali tenga más posibilidades de ganar, pero tampoco nadie descarta que Puebla se ha convertido en un foco rojo para todos los intereses que confluirán en el 2018.
Y ahí se descubren algunos asuntos que bien podría caer en el tema de las simulaciones. Y las hay en los dos bandos.
Delegados que simulan apoyar a la candidata cuando en el fondo no operan nada o por temor o porque su conciencia ha sido cooptada.
Delegados distritales que ofrecieron su amor al gobernador, pero a quienes en realidad les duele más el pellejo que la nueva camiseta.
Gali tiene en su equipo a gente leal, pero sin mucha experiencia, y otros que son protagónicos por excelencia, “más papistas que el Papa”, y quienes no le dejan camino libre.
Blanca tiene colaboradores que fingen, que ocultan información, que comen y platican mucho, pero que no operan ni en corto ni a distancia y además colaboran en el sabotaje.
Al final de la campaña, por desgracia, sigue prevaleciendo la misma premisa de hace seis años, llevar a las urnas la decisión de quién es el bueno y quién el malo.
Blanca no ha podido quitarse el olor del marinismo, y Gali, pese a todas las lociones y perfumes, no puede desprenderse del olor del morenovallismo.
O por lo menos así me lo parece.