Por: Juan Manuel Mecinas
Las sensaciones son claras. Las encuestas confirman los rumores. Las percepciones se traducen en las sonrisas de unos y las muecas lúgubres de otros.
Todo indica que Tony Gali será el gobernador de 20 meses y que Rafael Moreno Valle romperá el maleficio y dejará a su delfín como gobernador, algo que no pudieron hacer sus antecesores en las últimas décadas. Un minidelfín, dirán algunos. Un gobernador, contestarán los otros.
El triunfo de Gali no puede entenderse sin los errores de Blanca.
¿Alcalá podría haber ganado la elección? Por supuesto, sólo que para eso necesitaba algo más que el voto duro de su partido. La última encuesta del diario Reforma contiene un dato que tendría que espantar a cualquier priista poblano que aspire a gobernar la entidad: 59% de los encuestados no quiere que el PRI vuelva al gobierno.
Blanca perderá y la forma en que lo hará está en un punto cercano a la catástrofe y a la mediocridad. La catástrofe se entiende porque fueron más los que desconfiaron de ella que los que quisieron subirse a su barco. Los resentidos con el morenovallismo son muchos, y muchos de ellos por razones justas, pero Alcalá fue incapaz de incorporarlos a su causa, incapaz de imponerse en lo sustantivo y ceder en lo accesorio. Un botón de muestra: cedió a las exigencias (importantes en términos operativos) de los secuestradores del PRI e impuso a su yerno como almirante de su campaña. La mediocridad se entiende por los lobos que rodean la casa priista y porque Emilio Gamboa (el padrino de Alcalá) no es la referencia que el PRI necesitaba para derrotar al morenovallismo. En el PRI poblano el lenguaje sumiso y mediocre lo ejemplifica a la perfección Alejandro Armentia, quien llama “el líder “ a Manlio Fabio Beltrones. No lo llama el presidente del partido, el dirigente nacional, el presidente del comite ejecutivo. No. Armenta lo llama “el líder”. “El Führer”, en su traducción alemana.
Y Gali también ganará por sus aciertos. El mayor de ellos es no haber cometido errores costosos. Tony Gali ha transitado en una camapaña donde tenía mucho que perder si su asociación con el gobernador era burda y ha sabido acercarse lo justo y alejarse lo justo. Una pequeña autocrítica de vez en cuando, tímida, sin muchos reflectores, y una determinación para reafirmar su morenovallismo: nosotros o el pasado, el desarrollo o Mario Marín.
Gali y sus asesores supieron responder a los ataques durante toda la campaña e incluso en el debate. De esa noche se recuerdan dos o tres ocurrencias de Ana Teresa Aranda y la foto de Blanca con Marín exhibida por Gali. Ninguna de ellas beneficiaba de forma directa a Alcalá.
Por último, contrario a su par priista, Gali ganará porque en su equipo se sabe quién toma las decisiones, quién las implementa y quién las evalúa para mejorarlas o rectificarlas. El morenovallismo ha triunfado porque ha sabido entregarse a una causa (la de Rafael), pero en la que otros pueden ganar (Gali incluido). Por eso, resalta el papel de boxeador de Javier Lozano, de estratega del propio gobernador y de García Almahuer, de Martha Ericka como toda una dama en política, sin olvidar a Eukid, los Riestra, a Giles, Rodríguez Regordosa y, por supuesto, a la familia del candidato. Puede gustar o no su estilo, pero con un buen candidato resulta eficaz.
Gali ganará por sus aciertos y porque aprovechó los yerros de Alcalá. Blanca perderá por esperar los errores del contrario. Los errores que nunca llegaron y que demuestran que la campaña priista pareció apostar a no perder, cuando de lo que se trataba era de ganar.