08-05-2024 05:39:35 PM

Tlaxcala, elección de cuatro

Por: Juan Manuel Mecinas

Se ha dicho hasta la saciedad que la de Tlaxcala es una elección a tercios, lo cual es totalmente falso. En todo caso, es una elección de cuarto personajes, porque la irrupción de Morena es la clave para que la elección aún no esté decidida ni a favor del PRI ni a favor del PRD, beneficiando a la candidata de Acción Nacional. 

Morena. Ser o no ser perredista

El papel de Morena en esta elección es más importante de lo que parece. El diez por ciento de intención de voto que tiene sería clave para asegurar el triunfo de la candidata del PRD. Si ese diez por ciento de Martha Palafox estuviera sumado al de Lorena Cuellar, pocas probabilidades tendrían de vencer los aspirantes del PRI y del PAN. Pero no lo está y la razón no se encuentra en clave estatal, sino en clave nacional y con la elección de 2018 en el horizonte.

El crecimiento de Morena es directamente proporcional a la caída del PRD. En cuanto más crezca Morena más perjudicada se verá la votación de Lorena Cuellar. Un descalabro en Tlaxcala sería un duro golpe para el partido del Sol Azteca porque es el único Estado en el que tiene probabilidades de triunfo en las próximas elecciones. Que Martha Palafox crezca o el día de la elección opere finalmente a favor de alguno de los candidatos no depende de ella, sino de López Obrador, entre otros.

Dejar al PRD sin la gubernatura de Tlaxcala tendría un efecto devastador porque sería dejarlo sin recursos importantes para operar en la elección de 2018, pero a su vez sería devastador para la presidencia de Agustín Basave, aliado de AMLO, quien tendría que poner su cabeza a disposición de las tribus perredistas. Si cae Basave, López Obrador perdería el único lazo que aún lo une con el PRD y la elección de 2018 se le pondría cuesta arriba, ya que Basave es un obstáculo para la candidatura de Mancera, que de presentarse bajo las siglas del PRD dividiría el voto de izquierda y el Peje vería mermadas sus probabilidades de triunfo. La decisión no es fácil para el Peje: hundir a Basave o empoderar al PRD.

Lorena. (In)Decisión

Cuellar ha hecho una campaña que apenas y le alcanzará para ganar. Está a pocos días de consumarla, pero sigue sin enganchar, sin convencer. Su discurso se ha centrado en ofrecer muchas cosas vagas, pero en atacar poco –de manera directa– al candidato del PRI y al gobernador. De la candidata se echa en falta un discurso crítico, pero es lógico que tenga sus reservas, pues ayudó a llegar al trono a quien hoy ocupa la silla principal en Casa de Gobierno.

Éste es el momento justo en el que Lorena gana la elección o se le escapa de las manos. Hasta ahora, la candidata perredista ha contado con los yerros de sus adversarios, con la displicencia y falta de estructura de Adriana o con el cálculo mezquino de Mena y su equipo, pero si éstos rectifican en las dos últimas semanas y captan a la mayoría de indecisos, el triunfo se le podría escapar de las manos a la senadora con licencia.

La otra clave, como se ha dicho, es convencer a Morena para que una sus fuerzas. En este sentido, el personaje clave detrás de Martha Palafox es López Obrador, pero es también más de un exgobernador que puede ayudar a que algunos puntos porcentuales de Morena se trasladen (en forma de operación y votos) a favor de Cuéllar. Su reto, en síntesis, no sólo pasa por el discurso, sino por la negociación.

Mena: dos estigmas

El triunfo de Cuellar no sería posible sin un candidato del PRI que, dicho lo menos, parece gris.

Marco Mena ha pagado los platos rotos y ha sido chivo expiatorio. No se puede decir engañado. Una y otra vez las señales eran claras en el sentido de que la gestión de González Zarur era un desastre y que sería complicado arrastrar el costal de las cuentas por pagar.

A ello hay que añadir que su campaña ha sido tibia. No ha logrado fijar un mensaje (uno solo) durante toda la campaña y tampoco se ha decidido a atacar frontalmente a sus oponentes.

Mena tiene un problema: su campaña la ideó y la desplegó pensando que sería el candidato a vencer, el delfín al que todos atacarían, pero, con su famélica campaña, ha pasado de ser líder en las encuestas a tercer lugar. Nunca ideó una campaña de ataque y ni él ni sus asesores han sido capaces de rectificar.

La ecuación aún la puede resolver el candidato tricolor: tiene dos semanas para subir puntos a partir de explotar las debilidades de sus adversarias.

La salida para Mena en estos momentos ya no es de propuestas sino de guerra. Sí de negociación, pero no de ideas. Tendría que aprovecharse de la pueril declaración patrimonial de Cuéllar, así como de sus relaciones con impresentables como Dolores Padierna o Jesús Ortega, y también del padrinazgo de Felipe Calderón detrás de Adriana Dávila. En otras palabras, tendría que atacar a las candidatas para poder fijar un mensaje en el que deje de lado uno de sus estigmas: la tibieza.

Por otro lado, bien le vendría deslindarse de González Zarur y proponer una autocrítica hacia el marianismo. El discurso es necesario, porque sin esa autocrítica, en estos instantes, no es que peque de coherente, sino de falto de tacto político. Con eso podría dejar de lado el segundo de sus estigmas: que se le considera títere del gobernador. No hay otra salida, dadas las circunstancias actuales. Mena deberá subirse al carro que señala los errores de la administración actual. “Nothing personal, it´s just business”, como dijera el filósofo Corleone.

El reloj sigue su marcha y, para Mena, las horas son cortas en capacidad de acción y largas en sufrimiento.

Adriana: “a río revuelto…”

Para la candidata del PAN, la crisis, el conflicto, el estancamiento de la elección es oro molido. No ha llevado a cabo una campaña espectacular, pero su sobriedad le ha permitido no dilapidar el posicionamiento que ya tenía al iniciar la contienda. Su campaña ha sido discreta, aunque su discurso no encuentra una frase, un momento, una propuesta que lo identifique.

Adriana tiene un problema para el próximo 5 de junio y ese problema no está dentro del Estado, sino en el siempre clave Estado de Puebla. Para nadie es una novedad que el gobernador de Puebla tiene un interés especial en Tlaxcala y que sus afectos no están con la candidata del PAN, sino con la abanderada del sol Azteca, a favor de la cual operará.

Por eso, la gran incógnita para Adriana es saber si funciona la maquinaria que supuestamente ha construido en estos años. La empresa no es fácil, porque requerirá ayuda de su partido, que parece más concentrado en Estado aledaños como Puebla y Veracruz.

Para ganar, Adriana tendrá que pactar con el diablo. Tendrá que negociar con los grupos con los que no se quería sentar a la mesa. La clave para la candidata de Acción Nacional no pasa por el discurso contra Mariano, porque eso da votos, pero no los defiende.

El 5 de junio tendrá que demostrar que en seis años aprendió que la elección se gana con discurso y con movilización el día de la elección. Lo primero lo puede hacer; sin embargo, Adriana Dávila tendrá que probar que es capaz de hacer lo segundo.

abajomecinas

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